miércoles, 13 de abril de 2011

El sueño.



Un momento crítico a la hora del día a día con los niños es el del sueño. En él salen a relucir todo tipo de desajustes, manías, costumbres inesperadas.... Pero en el caso de los niños adoptados, pueden aparecer con mayor intensidad o de forma menos convencional.

La cuestión primordial es que nosotros, como padres recientes de nuestros hijos, carecemos de una información fundamental para poder gestionar adecuadamente estos momentos. No sabemos qué tipo de rutinas seguían en su vida anterior, si dormían solos o compartían cama o cuna con otros niños. si tenían algún objeto de consuelo, un peluche, una mantita...Si había alguna luz de referencia en su cuarto. Si algún adulto acostumbraba a estar presente en el dormitorio mientras conciliaban el sueño. Si había ruidos de fondo o silencio absoluto. Un sinfín de incógnitas que nos impiden ofrecer a los niños una transición paulatina a las nuevas rutinas de sueño.

"Al llegar a casa, el niño estaba muy desorientado en los horarios. Nos habían dicho que les levantaban a las seis de la mañana y les daban de desayunar. Pero claro, esto era my difícil de mantener. Sobre todo porque el chiquillo estaba muy cansado. Durante los primeros tiempos se derpertaba muy temprano y le dábamos un biberón. Después seguía durmiendo. Pero se despertaba con hambre enseguida y luego, otra vez a dormir. Era un caos de horarios. Poco a poco se acostumbró a esperar al biberón del desayuno y se despertaba más descansado y de mejor humor. "

Muchas veces, las rutinas que los niños traen, no están marcadas por las necesidades de los pequeños, sino por la propia organización laboral del orfanato: cambios de turno por ejemplo.

Pero esto son males menores que, generalmente, con el tiempo van desapareciendo sin más problemas, según se van acostumbrando a los nuevos horarios.

Bastante más difícil es la reacción de algunos niños a la hora de dormir.

"Cuando la niña llegó no quería dormir. La llevábamos a la cuna cuando estaba ya muy cansada, creando rutinas, con un ambiente alegre y relajado. Pero daba igual. En cuanto se veía en la cuna se incorporaba agarrada a los barrotes gritando como si el colchón fuera de pinchos. Incluso, frustrada si no la levantábamos, se lanzaba de espaldas chocando con los barrotes. En ese momento, agradecimos la feliz idea de comprar una cuna con barrotes de seguridad."

Al principio, algunos niños se resisten a la idea de dormir. Esto puesde estar ligado a la hipervigilancia que comentábamos en otro post. O quizá, están disfrutando tanto de su nueva vida, que ningún momento es bueno para dejarlo y ponerse a dormir a solas en una habitación.

Lo que puede complicar aún más las cosas es la falta de hábito de los niños de ser acompañados a dormir. Es decir. Cuando un niño ha nacido con nosotros, desde el principio le hemos enseñado a relajarse en brazos y dejarse dormir tranquilamente. Pero en muchos casos, con los niños adoptados esto no funciona. Cuando no consiguen dormir, no sirve de nada tratar de mecerles y canturrearles nanas en brazos. Ellos no interpretan eso de la forma adecuada y puede incluso general más llantos, furia y nervios.

¿Y qué hacemos entonces cuando nuestro hijo o hija llora desconsolado porque no puede dormir? En estos casos, como se suele decir, cada maestrillo tiene su librillo.

"La niña no quería que la cogiera cuando lloraba en la cuna. Se ponía peor y a mí también me afectaba su tensión. Así que me pasaba las horas sentada al lado de su cuna, al principio sin siquiera tocarla, porque no se dejaba, y luego tocándole una piernita, hablándole suavecito...Así se fue acostumbrando poco a poco a mi. Y con el tiempo , eso, como tantas otras cosas, quedó en el olvido. Hoy duerme estupendamente, dentro de lo estupendamente que un niño pequeño puede dormir, claro".

"Cuando el niño se acostaba, empezaba la batalla. LLoraba tanto y tan alto que te angustiaba. Pero no se dejaba coger, salvo que fuera para dejarle en el suelo y que siguiera jugando, muerto de cansancio. En casa, con nuestros hijos anteriores nunca habíamos usado el Método Estivill. Es más, nos parecía un método cruel y poco empático. Pero con el pequeño, llegó un momento en que decidimos probarlo. Al fin y al cabo, lloraba igualmente aunque tratásemos de consolarlo. Así pues, reloj en mano, empezamos con las entradas y salidas del cuarto que indica el método. El, por supuesto lloraba cada vez más furioso. Pero en cuatro días las cosas cambiaron. De pronto empezó a relajarse y a dejar de llorar. Sus llantos duraban treinta o cuarenta segundos, o sea un par de entradas en su habitación y después se dormía tranquilo. Para nosotros no ha sido fácil hacerlo así, pero por suerte para todos, ha funcionado. Está claro que cada niño tiene su necesidades y las de mi hijo pequeño en ese momento dado, eran saber que no nos íbamos a marchar, que aunque saliéramos del cuarto volvíamos enseguida. Y que cuando volvíamos respetábamos su necesidad de espacio. Ahora es increíble lo bien que duerme. Se acuesta tranquilo y feliz, nos besa y nos desea buenas noches y se queda tan agusto hasta que le vence el sueño. Eso sí, para conciliarlo, necesita que le cerremos la puerta. No le gusta que la dejermos entornada o abierta."

Otro de los aspectos llamativos de las rutinas del sueño que alguos niños tienen son las manías. Como la de autoarrullarse. Se trata de ruidos o movimientos repetitivos que los niños realizan para conciliar el sueño. Algunos pequeños emiten un murmullo más o menos elevado. Otros se mecen de forma suave o incluso muy intensa, girando sobre sí mismos. Otros necesitan tocarse la oreja, el pelo. Y en la mayor parte de los casos, se meten los dedos en la boca.

Todos estos son comportamientos de autoconsuelo. Un síntoma más de lo necesitados que han estado de amor y compañía. Es asombroso ver cómo, cuando van creciendo en el amor y la confianza en su familia, van abandonando, reduciendo o relegando a momentos concretos la mayoría de esas costumbres.

"Nuestra hija se arrullaba a la hora de dormir. Dicho así, puede parecer que no tiene importancia. El problema es que ella comparte habitación con su hermana mayor, de seis años. Y su arrullo iba tomando intensidad a medida que le costaba más dormirse. Y se reproducía a lo largo de la noche en todos los pequeños despertares nocturnos que tenía. Era imposible dormir a su lado. El arrullo era a veces tan alto, que oías el sonido por toda la casa. Por las mañanas andábamos todos como enajenados, del cansancio acumulado. Y no había nada que pudiéramos hacer. La solución llegó sola. Con los meses, aprendió a escuchar una nana, a disfrutar con un cuento leído en la cama por papá o mamá...Y sobre todo, a contar con nosotros cuando se desvelaba sin necesidad de consolarse a sí misma y llenar el vacío con su propia voz. Ya, casi nunca lo hace y si lo hace, ya entiende que no puede hacer ruido y le podemos pedir que deje de hacerlo. Eso también ayuda, la capacidad de comunicarnos al fin de forma natural."

"Mi hija se mece para dormir. Siempre y de forma muy acentuada. Se balancea de lado a lado canturreando. Al principio nos alarmó mucho, pero ahora hemos asumido que es su forma de conciliar el sueño. Tratamos de ir desabituándola acompañádola a dormir un rato, leyéndole o cantándole algo. Pero por el momento, sigue haciéndolo. Por lo demás, es una niña que duerme de un tirón y se despierta siempre de buen humor."

Crear rutinas a la hora de dormir es la base para un buen descanso. Tanto para los padres como para los hijos. Es fácil incurrir en pequeños errores que a la larga pueden resultar un engorro. Sin embargo, el momento de acostarse es probablemente el más dulce del día. Una ocasión para olvidar la prisa y las obligaciones. Con los niños bañados, oliendo a limpito, con la barriguita llena y las mejillas coloradas, es maravilloso acostarse a su lado y compartir un cuento o dos. Y sentir su confianza cuando se acurrucan en nosotros. Cantarles un poquito y recibir en forma de besos, las vitaminas que nos hacen esperar con ilusión el día de mañana.

DEsde mi experiencia personal, creo que lo más importante es ir adaptándose a las necesidades que el niño tenga en cada etapa de su vida. Habrá momentos en que estén más nerviosos y necesiten extra de mimos y que te quedes con ellos hasta que se duerman. Otras veces, cuando las pesadillas atacan con fuerza, no hay nada que sustituya a la cama de papá y mamá.

Pero por lo general, creo que es importante salir de la habitación dejándoles aún despiertos, pero tranquilos; llenos de mimos y con la sonrisa en la cara. Aunque haya que volver las veces que sea necesario para espantar esa sombra que les asusta en la pared, o para poner otro beso más en sus caritas. Esa es la forma de que aprendan a dormir solos. Sabiendo que siguen contando contigo. Sabiendo que solos de verdad, no estarán ya nunca más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Montse, cómo me gusta lo que escribes,porque aunque esas etapas ya las hemos pasado (ahora estamos en otras), me hubiera gustado en su momento saber que esos comportamientos al final pasan, ese sufrimiento que ves en tu hija, un bebé, mi bebé, al final se van a diluir, espero que incluso a desaparecer (esto no lo tengo tan claro ya), porque intentas mil recursos para que tus hijos duerman bien, para que sean felices, para que...y cuantas veces hemos encontrado su rechazo, y cuantas veces se me ha roto el corazón pensando si alguna vez conseguiríamos el objetivo final, un bebé feliz, que se convierta en un niño feliz, y algún día un adulto feliz.
Mónica

aialmar dijo...

Es verdad que se puede llegar a sufrir mucho, sobre todo porque no se sabe si eso tendrá un final o no. Y cada día se hace interminable cuando se sufre. Pero por fortuna, la mayoría de los niños aprenden a confiar que creo que es, con diferencia, el mayor logro que tienen que alzanzar en sus pequeñas vidas. Una vez que llegan ahí, como por arte de magia, muchas otras cosas mejoran casi automáticamente.