sábado, 26 de marzo de 2011

Examen de padres

Vuelvo al tema. Al de los seguimientos y lo que realmente significan: rendir cuentas.

En realidad, no sé qué es lo que me imaginaba cuando, al comenzar la adopción asumíamos el compromiso de realizar seguimientos anuales. Seguramente, no le dediqué demasiados pensamientos, enredada siempre en preocupaciones más urgentes, más cercanas o más acuciantes relativas al proceso. Pero lo que sí sé es nunca imaginé que se trataría de un examen anual de paternidad.

El encargado de realizarnos el informe es un funcionario competente, experimentado y amable que se condujo con absoluta corrección y bastante prudencia. Eso lo facilitó bastante. Sin embargo, a la hora de repasar el informe emitido queda claro lo que es. ¿Porqué será que se parece taaaanto a los informes de idoneidad? O sea que ha sido, ni más ni menos, una nueva valoración de nuestra competencia paternal.

Todo el mundo tiene una opinión acerca de este tema. El otro día, en la peluquería me preguntaron si teníamos que hacer estos seguimientos, algo habrían oído al respecto y la curiosidad les pudo. Al decirles que sí, la peluquera reflexionó un momento y enseguida dijo; "claro, es normal ¿no?".

¿Normal? ¿Porqué? ¿Porque no hemos parido a nuestros hijos? ¿Porque no compartimos sus genes? Al parecer, eso nos convierte en personas especialmente peligrosas para los menores, ya que como bien sabemos, todo se hace en el interés superior de la infancia. Yo estoy totalmente de acuerdo en que los niños merecen toda la protección social posible, pero entonces me surge otra duda: ¿Porqué nunca me han hecho una valoración acerca de mi idoneidad como madre de mi primer hijo? ¿Es que el hecho de haberle traído al mundo garantiza que sea una buena madre? ¿O más bien, él, como hijo biológico no necesita la misma protección que mi segunda hija?

La verdad, no sé cómo entienden este tema los servicios sociales, pero creo que los seguimientos suponen una ingerencia injusta en la vida familiar y su desarrollo.

Entiendo perfectamente que la constitución de una familia como las nuestras conlleva algunas dificultades especiales añadidas al hecho paternal. Pero eso podría ocurrir también en muchas otras circunstancias. Como es el caso, por ejemplo, de los hijos que nacen con problemas mentales o físicos. Y sin embargo no se considera a los padres de los pequeños, un riesgo mayor para sus niños que en el resto de las familias. Y por supuesto, no se les somete a seguimientos periódicos. Ni siquiera se ofrece de forma automática, un apoyo psicológico o social.

Existen mecanismos normalilzados para detectar familias en riesgo, que son los que se utilizan habitualmente para proteger a los niños y niñas. ¿Porqué no son suficientes para nosotros? ¿Porqué debemos estar bajo una mayor observación?

Ya sé. Porque nos comprometimos a ello. Y por nuestros hijos hubiéramos firmado cualquier cosa. A mi, ella me compensa cualquier examen, pero siento que, cada vez que me pasan revista, aunque sea de buenas maneras y con amabilidad como ha sido el caso, se empeñan en hacerme creer que no somos una familia normal. Que mi hija no es mía del todo y que ellos, sean quienes sean, tienen siempre algo que decir al respecto.

Solo espero que, cuando ella crezca, no sienta lo mismo.

lunes, 21 de marzo de 2011

amigos en la red

Qué placer ir viendo caras conocidas en este pequeño blog. No sabeis lo que me alegro de encontraros por aquí. Con vuestros comentarios me ayudareis a ir plasmando lo que significa llegar a nuestros niños, antes, durante y después de tenerlos en casa. Un abrazo a todas, de corazón.

Acerca de la espera

Cuando estamos esperando hay un mundo entero de emociones que nos toca ir descubriendo. Mirando para atrás algunas se me van desdibujando ya, como si nunca hubieran estado ahí.

La historia de la espera 2, me la ha recordado Mar. Todas lo vivimos en una u otra forma y es una piedrita más que hay que cargar en nuestra mochila invisible. Para todas las que lo sentimos alguna vez es esta historia.

Historias de la espera 2

Esa mañana estaba más cansada de lo normal. Las sábanas se le pegaban como si fueran de chicle. Y los ojos le pesaban. Sería por las bolsas que desde hacía algunas semanas se le habían instalado en ellos y que ni las milagrosas cremas que se había comprado en el centro comercial conseguían eliminar. Hacía tiempo que no dormía bien.

En la oficina se dejó caer delante del ordenador. Al abrir la pantalla se dirigió directamente a su correo. Tenía treinta mensajes sin leer. El trabajo tendría que esperar un poco más. Leer los mensajes cada mañana se había convertido para ella en una rutina que le sacudía la modorra y la ponía en marcha otra vez. Todas esas mujeres que escribían y contaban cosas tan próximas a ella, la hacían sentirse arropada, confortable en su estatus de madre adoptante. Era casi, el único lugar en el que todo parecía pertenecer a una normalidad que fuera, era difícil de encontrar.

Mientras abría y leía, buscando con avidez noticias alentadoras de familias al fin constituídas, escuchó unas voces que llegaban desde el otro lado del cristal. Todo el mundo felicitaba a Claudia, la abrazaban y la rodeaban de un ambiente de fiesta. Cuando se acercó le informaron: estaba embarazada. A su alrededor, desde ese día, florecieron las recomendaciones, los consejos y los vaticinios, las historias de embarazos y partos, las anécdotas de padres experimentados...Celebraron sus ecografías y las primeras patadas, la abanicaron en los mareos y le acercaron un café en las bajadas de tensión. Vamos, lo normal en estos casos.

MIentras tanto ella, esperaba y esperaba a que ese embarazo de papel se volviera tangible, con sus molestias y sus temores, invisibles ante los demás. Al fin y al cabo, en su cuerpo no se estaba manifestando ningún cambio aparente. Quizá, solo quizá, si fuera su corazón el que se viera, sería ella la que ahora mismo, estaría sentada en un sillón, abanicada y alentada por todos aquellos que tanto sabían de ser padres.