martes, 21 de octubre de 2014

La nostalgia inconsciente

Ayer, casualmente, mientras veíamos otras cosas, apareció sin previo aviso el vídeo que le hice a mi hija cuando volvimos de Kazajstán. Es un cuento narrado, con las imágenes más bonitas del proceso, en el que contaba de forma emotiva, nuestro viaje en busca de la pequeña. Se acercaba el bautizo, la presentación oficial de nuestra hija a toda la familia que vive tan lejos y que sin embargo, siempre nos apoyó y nos alentó en el proceloso desarrollo de la adopción. Pusimos el vídeo al final de la comida y como recuerdo, regalamos unos pequeños libritos con la misma historia y las fotografías para que pudieran conservarlo. Fue precioso. Creo que fue la rúbrica perfecta de todo el proceso; el detalle que hacía falta para sellar el final de un camino e inaugurar el principio de otro, de nuestra nueva familia. Un ritual, con toda la fuerza que los rituales llevan consigo. De ahí surgió la idea de "Déjame que te cuente. Tu libro a medida (www.tulibroamedida.com)". Pensaba que podría hacerlo también para otras familias.

Ese vídeo es un tesoro familiar. A veces, cuando en estos años de dolores y miedos, me perdía en el barullo de mis propias emociones, lo veía a solas de nuevo. Y a través de su música, con esa nana kazaja que mueve mi mente hasta remotos lugares a través del tiempo y el espacio, las fotografías de la espera y de encuentro...y sobre todo, el retrato emocional de todos aquellos sentimientos que invertimos en la Aventura de Nuestras Vidas, me reencontraba conmigo misma de nuevo. Y reencontraba el camino que a veces se me volvía nebuloso. Todavía tiene ese efecto en mi.

Y no solo en mi. Ayer, cuando el vídeo invadió de repente la pantalla del televisor, llenando ese momento y ese tiempo, mi hija se volvió hacia adentro. Y por primera vez las imágenes no la hicieron reir de alegría al verse en ellas, al verse con nosotros. Una nostalgia primitiva y nueva se despertó en su corazón. Y al verse allí, en brazos de la cuidadora que nos la presentó por primera vez, sintió quizá por primera vez de forma consciente, el dolor de la pérdida.

Se puso melancólica y triste y estuvo toda la tarde con ese pensamiento recurrente que de vez en cuando la asaltaba.

No tiene recuerdos conscientes. No creo que recuerde realmente a la cuidadora, porque no la reconoce en las fotografías que hemos visto mil veces. Pero sí reconoce con los ojos del corazón, siente la ausencia de un tiempo perdido y el dolor de la separación. Una nostalgia inevitable, que ahora por fin es capaz de verbalizar pero que creo que siempre ha estado presente en ella.

Ahora nos toca empezar a recrear para ella todo un tiempo perdido del que apenas hemos hablado, tan concentrados en el tema de la adaptación y la creación de los vínculos. Ahora que está segura de quien es y a dónde pertenece, toca acompañarla a recrear toda aquella parte de su primera infancia que vivió sin nosotros.

Ahora que ya podemos hacerlo desde la seguridad mutua, sin miedos, sin rencores y desde el amor y la aceptación.