lunes, 21 de mayo de 2012

En este preciso instante...: Conocer para asumir;

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Conocer para asumir;

Mercedes, en su estupendo blog "al otro lado del hilo rojo" ha puesto sobre la mesa una cuestión de peso en el tema de la adopción. En este caso, no me hace falta el apellido "internacional" porque el tema se puede aplicar a todos los tipos de adopción que existen en España. Se trata de los aspectos especiales que la maternidad adoptiva lleva consigo. Y no se trata en esta ocasión, de volver a la diferencia esencial del origen no-biológico de nuestro vínculo.

Cuando emprendemos la adopción, cada uno se prepara como puede. Algunos nos sumergimos en la investigación y aprendizaje de todo lo relacionado con el tema. Leemos sobre apego, lengua materna, vacunas,  retraso psicomotor y otros temas. Navegamos por internet, nos apuntamos a cursos de padres preadoptantes...Otras familias se ponen en manos de su instinto, de su sentido práctico, de sus recursos personales. Otras simplemente, deciden que es lo mismo que parir pero sin contracciones. Cada uno de nosotros, en fin, recorre el camino a sus hijos en su particular vehículo.

Sin embargo, creo que sólamente una minoría, muy pequeña realmente, conoce de verdad profundamente los entresijos de la adopción.

En las administraciones correspondientes se dedica una considerable cantidad de energía y recursos a analizar a las familias y sus posibilidades. En algunas, incluso, se imparten cursos de preparación a la adopción. Los padres que esperan, suelen acudir a ellos con su ilusión y sus espectativas relucientes, ávidos de cualquier información que les haga sentirse más cerca de sus aún desconocidos hijos. En los cursos, si son completitos, se suelen mostrar situaciones difíciles a las que los posibles padres podrían tener que enfrentarse en el futuro. Situaciones en las que otras familias, las de los ejemplos, se tienen que medir con conflictos difíciles, circunstancias complicadas y algunos casos realmente terribles. Pero todo esto se presenta como realidades poco probables. Un poco, como las terribles amenazas que uno lee cuando firma un consentimiento informado en una intervención médica. En realidad, los padres nos sentimos fuertes y confiados en esos momentos. Capaces en enfrentar cualquier eventualidad pero seguros de que esos casos, poco frecuentes seguramente, nunca nos tocarán a nosotros.

La realidad es otra. La adopción, especialmente la internacional conlleva asociados una serie de riesgos muy elevados. Saberlo, es necesario para adoptar. Asumirlos, creerlos y estar preparado para enfrentarlo es imprescindible.

Noticias de niños devueltos saltan de vez en cuando a la palestra informativa dando muestra clara de que el fracaso de un proceso adoptivo es una realidad posible contra la que hay que trabajar desde mucho antes de que los niños lleguen a casa:


"Tras conocerse el abandono de 77 niños adoptados en Cataluña durante los últimos diez años, el secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, Juan Manuel Moreno, afirmó hoy que el Gobierno, a través de la Dirección General de Familia e Infancia, se reunirá con los responsables autonómicos con el objetivo de «estudiar, valorar e intentar mejorar los procedimientos de adopción que se han dado en Cataluña que nos parecen alarmantes"
El 66,7 por ciento de los menores de edad devueltos a un centro residencial de acción educativa (Crae) supera los 10 años; el 23,7% tiene entre 6 y 10 ,y dos de ellos no alcanzan los dos años. Del total de infantes abandonados, un 63% proviene de adopciones internacionales."
Es tremendo, porque detrás de cada uno de estos números hay un niño que sufre un doble desamparo, un doble abandono y una familia destrozada, con sus ilusiones y su vida rota por este fracaso.
 ¿Porqué ocurren estas cosas? Porque ni el certificado de idoneidad más exhaustivo puede predecir cómo evolucionarán las relaciones entre los diferentes miembros de las nuevas familias. Ni si serán capaces de afrontar con éxito las situaciones difíciles si llegan. 
Y aunque la vida es improgramable, si considero esencial realizar un atento y cuidadoso recorrido por la realidad de los riesgos que implica la adopción antes de emprender la aventura. 
Todos hemos escuchado hablar de la maleta. El bagaje personal que el abandono produce en nuestros niños. Pero se tiende a pensar que esta maleta es liviana o incluso inexistente cuando los niños son muy pequeños. Esto no es cierto. Los primeros momentos de vida de un bebé son definitorios en su historia personal. La forma en que llegamos al mundo, como somos acogidos y cuidados en los primeros momentos, en las primeras semanas de vida, son fundamentales en nuestro desarrollo.

Los niños que nacen sin amor esperando, permanecen en la soledad de la falta de cariño en los momentos más delicados de su vida. Si sufren un abandono hospitalario, serán atendidos en sus necesidades médicas o físicas, pero difícilmente serán mecidos, consolados o abrazados. En estas condiciones, solo los más fuertes salen adelante sin caer en el espectro autista o sin taras emocionales importantes. Los más frágiles, pueden incluso fallecer.

La deprivación afectiva que continua después, la vida en institucionalización, la despersonalización que sufren...todo eso que mencionaré someramente van dejando también su huella. De nuevo, los temperamentos más fuertes saldrán adelante con menos heridas. Pero menos, no significa ninguna.

No me extenderé acerca de la debacle personal que el abandono produce en los niños. Ya lo he tratado anteriormente. Pero quisiera incidir en que raramente los pequeños salen indemnes de esta situación.

Pero además, hay otros aspectos fundamentales que también hay que valorar. Los embarazos de nuestros hijos se convierten en la mayor parte de los casos, en un tiempo de riesgo muy elevado. Procedentes de situaciones cuando menos complicadas, los embarazos no suelen ser controlados, no son mimados como el preludio de lo que será un nacimiento feliz y los cuidados prenatales pueden ser inexistentes. Y en esas circunstancias, el nacimiento se convierte en una prueba de fuego para la salud de los niños. En los mejores casos, si nacen en el hospital, tendrán al menos los cuidados postnatales básicos. En el resto, llegarán al mundo en condiciones no muy favorables para su salud.

En algunos paises, el consumo de alcohol está íntimamente relacionado con la pobreza. El estrato fundamental del que proceden los niños que llenan los orfanatos. Esta ingesta, en muchas ocasiones se mantiene durante el embarazo. Las consecuencias pueden ser devastadoras para el desarrollo neuronal de los niños. La morbilidad en estos paises es muy elevada además. La prostitución, la miseria y todas las tristezas que a veces asolan a los paises más desfavorecidos y sus habitantes. No hay más que echar un vistazo a los informes de UNICEF para entender la envergadura del problema.

Después, una vez sometidos al abandono o a la institucionalización sobrevenida por diferentes causas (maltrato, desamparo...), la malnutrición, la ausencia de programas de vacunación adecuados y otros temas, la vida sigue siendo terriblemente difícil, peligrosa y aterradora para los niños.

Me doy cuenta de que el panorama que planteo es desolador. Pero es real. Cuando adoptamos, debemos conocer muy bien cuál es el panorama real de lo que estamos acometiendo. No sirven como referencia las historias de princesitas chinas, o muñequitas rusas para emprender este reto. Conocer la realidad es el primer paso para prepararse bien. O para al menos, ser consecuente con nuestra capacidad.

Una vez, una madre adoptante que había culminado hacía tiempo su proceso me dijo que en los foros, la mayoría de las madres nos equivocábamos, porque adoptábamos llevadas por el corazón. Decía que a adoptar, había que ir con la cabeza, que era un proceso burocrático y que el romanticismo con el que lo vivíamos era un error que podía costarnos caro. El corazón, decía, había que dejarlo para después.

En aquel momento me sonó muy duro. Yo viví mi adopción de forma emocional. Sintiéndolo en plena carne y sufriéndola así. Pero creo que tiene toda la razón. Aunque pienso que el corazón debe ser el que lleve la delantera y marque el rumbo, la cabeza tiene que ser la que lleve siempre el timón. Nuestros hijos merecen padres capaces. Personas con las herramientas necesarias para acogerles, para ayudarles y para luchar por ellos si llega el caso. Y llega en más ocasiones de las que se supone.

En mi periplo como madre adoptante he conocido muchas familias con dificultades a posteriori. Por supuesto, no son todas, ni todas las situaciones son graves. Pero son muchas.

Los problemas de salud no son infrecuentes. Algunos leves, los famosos "recuperables en España", pero otro no. Hay problemas graves que afectarán a los niños toda la vida, situaciones psicológicas de difícil resolución... Muchos niños no llegarán nunca a normalizarse por completo y necesitarán acompañamiento constante.

Desde luego, nadie puede pretender estar a salvo de los avatares de la vida. Nadie puede controlar el futuro ni la vida de sus hijos. No se escoge lo que el porvenir te depara. Ni podemos soñar siquiera con lograr para nuestros hijos una vida segura, sin enfermedades, ni peligros. Pero es muy importante, en el caso de la adopción, saber qué riesgos implica y, en según qué circunstancias, qué capacidad de afrontar tenemos.

Saber con qué contamos es fundamental: apoyo familiar real, capacidad económica suficiente para ofrecer apoyo psicológico, médicos especiales, colegios especiales sin llegara el caso, es importante. Después de analizado esto, sabremos cuál es nuestra realidad.


Una vez analizado y asumido este tema, adoptar es como cualquier otra cuestión importante en la vida. Conocer los riesgos nos puede impulsar adelante, o paralizarnos. Pero hay que ser consecuente y reflexionar.

Después, cuando nuestros hijos lo sean al fin, lo que la vida nos traiga será eso; nuestro. Si nos toca pelear más que a otras familias, si encontramos más escalones en nuestro camino...bueno, la vida decide. Como padres, deberemos asumir con valentía y con fuerza lo que sea.  Las heridas hay que curarlas poco a poco. Algunas cerrarán por completo. Otras quizá no. Algunas cicatrices vivirán para siempre con nosotros. Otras se borrarán a base a amor y de paciencia.

Nuestros hijos merecen padres fuertes, que peleen por ellos y estén dispuestos a levantarse cada día de la cama preparados, no para ser los padres que soñaron, sino los padres que sus hijos necesitan.

Hay muchas familias adoptivas en las que todo transcurre de forma suave y sencilla. Muchas. Pero hay muchas otras también que cada día se enfrentan a todos los dolores que un hijo con problemas lleva consigo. Familias que descubren un día que la familia de sus sueños ha cambiado y tienen que asumir la nueva situación. Cuando esto ocurre en una familia biológica, es muy duro. Pero cuando lo hace en una familia adoptiva, puede serlo más aún porque se enfrentan a más retos, son más observadas, y encuentran más dificultades para afrontar los problemas.

Para ellas y para las que algún día se sientan flaquear es este post.