miércoles, 19 de noviembre de 2014

Mamá ¿soy sexy?




Tantos años de lucha para conseguir escapar de los corsés, literal y metafóricamente, y ahora nos sentamos delante de la tele a ver cómo a nuestras hijas las endosan, sin disimulo alguno, el mismo discurso de siempre. El estereotipo más frívolo y superficial de la mujer que se pueda imaginar.

Me refiero a toda la nueva generación de juguetes "de niña" con que la cercana navidad está acosando a las niñas desde la publicidad televisiva.

No soy ninguna fundamentalista del tema. Tengo un hijo y una hija, educados en la igualdad total. Y he constatado empíricamente, las diferencias intrínsecas que cada género lleva asociadas, en la mayor parte de los casos. Recuerdo el primer cumpleaños de mi hijo. Me embargaba la emoción de aquella primera celebración. La juguetería se me quedaba pequeña escogiendo para él los juguetes que más me gustaban. Y había de todo: bloques de construcción, un tren, cuentos, un pianito, una pelota y una preciosa muñeca de trapo. Los bloques fueron un regalo perfecto. Sirvieron para construir, aprender series, agrupar y desagrupar, derrumbar torres (el favorito)... Pero el regalo incomparable fue la pelota. La muñeca fue abrazada unos momentos, explorada otros más y  después se transformó también en pelota. Menos mal que era de tela.

Con mi hija ocurrió lo contrario. No hubo pelota que pudiese ponerse a la altura de un muñeco bebé, a pesar de todos los intentos de su hermano mayor por captarla como portero o delantero de sus partidos caseros. Su mayor afición es jugar a las mamás. Cuando llega la hora de dormir, coloca todos sus favoritos en su cama, con sus cabezas de goma sobre la almohada. Después se acuesta ella, haciéndose un huequito como una muñeca más.

A él las muñecas y los juegos de mamás nunca le interesaron. A ella, los cochecitos, las pelotas o los gormitis no le merecen un instante de su tiempo.

Cada uno tiene sus gustos. Y cada uno elige lo que más le apetece. Así que no es una cuestión de género. No creo que los juguetes tengan que ser todos unisex, aunque me parecen importantes, imprescindibles y casi siempre, los más divertidos.

Lo que me preocupa, lo que me molesta y lo que me parece una amenaza es el planteamiento femenino con el que aleccionan a nuestra niñas. Barbie sigue haciendo su trabajo: belleza=extrema delgadez. Pero ahora, la insistencia generalizada en el aspecto es aún más brutal. Maquillaje, diseño de moda, peluquería, a un nivel extremo. No hay muñeca, ¡aunque esté muerta!, que no esté maquillada como si saliera de un after. Hay que ser "divina" y "fashion" para molar. Mi hija, que aún no tiene clara la diferencia entre largo y corto, controla estupendamente estas dos ideas. Y con seis años recién cumplidos dice que quiere ser "sexy" y me lo demuestra ¡sacado morritos y meneando el culete! No podía ser de otra manera. A pesar de mis intentos de controlar el contenido televisivo que ingiere, los anuncios son devastadores: anuncios de bolsitos para colorear en los que unas adolescentes con minivestidos de brillos se contonean sugerentemente, niñas maquilladas que juegan a ir de shopping, princesas que, por comparación, convierten a aquella del guisante en la dama de hierro.



Las niñas juegan con muñecas y buscan identificación. Pero lo hacen con réplicas de mujeres, no de niñas, que representan un modelo de mujer centrado totalmente en su aspecto físico. No es nuevo, pero ahora hemos alcanzado un nivel de intensidad muy peligroso.

Esto no deja a salvo tampoco a los niños, que se ven rodeados de estereotipos femeninos extremadamente frívolos y superficiales mientras a ellos se les otorga el papel contrario, en el que se instalan siendo muy conscientes de las fronteras entre los dos mundos. Abriendo una brecha insalvable entre los dos sexos. ¡Qué miedo y qué pena!

Una vez, hablando con mi hijo le pregunté cuáles eran las cosas que menos le gustaban. Y me dijo. "Las cosas cursis, mamá. Como el anuncio de las Miel Pops, con todas esas abejas cantando en plan sexi". Tenía siete años.

Es el nuevo catecismo infantil: Para ser mujer hay que ser guapa. Para ser mujer hay que maquillarse como una puerta. Para ser mujer hay que estar siempre divina. Y, si encima eres asiática en España, corres el peligro de creer que para ser mujer y ser atractiva para los demás, tienes que ser rubia o como mínimo tener los ojos azules.

Cada navidad intento que mi hija tenga como regalo alguna muñeca con rasgos asiáticos. Para que pueda mirarse en un rostro de facciones similares a las suyas. Para que aprenda que la belleza no es solo occidental. Pero aún no lo he conseguido. La barbie china, es una muñeca escuálida de ojos redondos disfrazada con un kimono. Y algo parecido pasa con la Nancy.


Ser mujer y ser femenina es posible sin ser un caparazón fívolo y vacío. Ser hombre y masculino sin sentirse encorsetado en el rol de macho también lo es. Pero ¿cuándo se empieza a construir esta idea?
¿Qué estamos haciendo para conseguirlo?


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