viernes, 1 de junio de 2012

El lenguaje en los medios de comunicación y la adopción.

Recurrentemente me ocurre algo que seguramente, resultará familiar a las madres adoptantes. De la forma más inesperada, subrepticiamente y si aviso previo, desde cualquier programa de televisión, radio o en forma de letra escrita en la prensa, nos encontramos con el tema de la adopción. Quizá se trata de una trama secundaria en el culebrón más popular de la TVE, quizá estamos leyendo acerca del tema de actualidad de los niños robados en España, quizá en la radio comentan alguna situación, o estamos frente a un programa de testimonios en los que alguien bucea en sus orígenes haciendo de ello un espectáculo público.

La cuestión es que en todos los casos, inevitablemente, nos encontramos con una descripción del hecho en el que tenemos que escuchar hablar de "la verdadera madre" o "los verdaderos padres" de las personas adoptadas. Es algo que se repite cada vez que en los medios se tiene que hablar de este tema.

Este asunto, a primeras luces quizás trivial, no lo es de ninguna manera. Y tiene además muchos matices que debemos repasar. Por una parte, los medios de comunicación de masas son los responsables de alimentar y mantener un lenguaje que hace ecahar raíces a determinados conceptos en el ideario común. Este poder es algo fehaciente y de sobra conocido. Por ello, en cada medio existen o deberían existir, libros de estilo que recogen estos matices y los regulan recogiendo las formas políticamente correctas de expresión, las que propician el respeto. Lo que ocurre, es que la realidad hace que lo que nuestros oídos y ojos reciben, no siempre está escrito por personas razonablemente preparadas, sensibles o políticamente correctas. Y de esta forma, se perpetúa una determinada forma social de pensar. Y además, en los últimos tiempos, vivimos una etapa de "todo vale" en los medios de comunicación de masas, penoso y vergonzante.

Sin en un artículo de un diario se lee la expresión "verdadera madre" se está regando abundantemente la semilla de la idea de que madre solo es la que pare. Y padre, el que engendra. Un terrible error.

Porque además, la connotación es muy clara. Frente a la expresión verdadera madre, tenemos el antónimo equivalente que sería falsa madre. O sea ¿madres adoptivas?. Evidentemente eso es incorrecto.

En Español la forma correcta de hablar del tema es "madre biológica o padre biológico". Por mucho que no me guste el término, porque sigue dándole a la expresión todo el peso y el valor inmenso de la palabra madre o padre, es correcto, puesto que se refiere a la concepción, embarazo y parto posterior y en biología se usa para definir ese acto. Utilizar esa expresión delimita la diferencia que las familias adoptantes tenemos sin implicar de forma tan grosera e insultante, una notable inclinación hacia la importancia de parir frente a la de criar.

En este sentido, escuchamos también otra expresión de dramática implicación: "la mujer que me crió". Esto es increíblemente común en los ámbitos que comentaba al principio. Se habla de las verdaderas madres, y con suerte, se agradece el cariño con el que trataron a los niños o niñas, las mujeres que les criaron. Suena como algo meramente práctico. Totalmente alejado de lo que la maternidad significa. Convierte a las madres y padres adoptantes en una especie de agentes cuidadores. Qué triste.

Ser Madre no es parir. Eso es dar a luz a un niño. A partir de ese hecho biológico falta un paso más para convertirse en Madre: hacerse responsable de ese niño. Si esto no se produce, desde mi punto de vista, no se es madre. Se ha parido, pero no hay un vínculo que ligue a esas dos personas. Yo, a mis niños y cuando tengo que explicarlo a niños, suelo decirles que para ser madre hay que apuntarse. A veces se hace después de dar a luz a un niño y otras veces, sin haberlo hecho. Y lo entienden de primera. ¿no es sencillo?

Pues, sin embargo, a nivel general, se sigue dando una brutal importancia al hecho biológico. Una importancia que sobrevive mantenida por formas de expresión arcaicas que no evolucionan al ritmo de los tiempos y perpetúan la diferencia creando además la sensación de que la familia adoptiva no es verdadera. No al menos con la envergadura que se atribuye a la biológica.

Eliminar este tipo de lenguaje público es fundamental en el camino a la igualdad que, de momento, nos está vedada en muchos sentidos. No lo consintamos: hagamos notar el error y quizá poco a poco consigamos algo.

Yo, de momento, trataré de hacer llegar mi queja a donde corresponda.

Para nosotras, verdaderas madres de nuestros hijos, no hay mayor falacia que la de otorgar el maravilloso título de madre a personas ajenas desde hace mucho tiempo a la vida de nuestros hijos.