viernes, 11 de octubre de 2013

El hilo de Ariadna

Ha pasado más de un año.
Y parece que el tiempo se ha vuelto del revés, alterando su esencia para poder parecer al mismo tiempo tan largo como un caminata bajo el sol y tan breve como la sombra de una nubecilla en el desierto. Una extraña paradoja.

Un año sin escribir, un año sin leer, un año sin mirar más allá que el siguiente paso que había que dar. Un pie delante. Otro pie delante. Caminar.

Ha pasado más de un año y a veces me parece que sigo allí, en aquel momento, en un verano que supuso el fin y el principio de mi vida. De nuevo una paradoja: algo que ha dejado de ser algo sorprendente para hacerse recurrentemente real.
Eso es lo que ocurre cuando la vida cambia drásticamente de dirección y todos los valores se funden, se confunden y se redeterminan. Eso es lo que ocurre cuando descubres que esa niña pequeña que te coge la mano cuando tiene miedo, la que no puede dormir de noche sin su maltrecha tortuguita de trapo, la que se ríe con todo el cuerpo y te dice te quiero con lengua de chocolate...que tu hija de cuatro años tiene una enfermedad rara, crónica y grave.

En realidad no podría decir que ocurrió de repente. Las cosas ya hacía tiempo que se habían vuelto difíciles. La realidad parecía cada vez más incomprensible, menos asumible.Yo luchaba contra viento y marea por inundar de normalidad una vida que cada día lo era menos. Poco a poco la oscuridad se fue acomodando sobre nosotros. La desesperanza y el miedo se conviritieron en compañeros inseparables. La vida parecía haberse transformado en un lugar inhóspito y lleno de sombras.

Pero será mejor empezar desde el principio. La única manera de ordenar y examinar de nuevo cada paso que dimos por ese laberinto sin fin en el que nos introdujimos sin brújula ni mapa. Tan solo un hilo tenue, liviano y sencillo nos mantenía asidos a la realidad, a la vida: la imparable vitalidad de  nuestro hijo mayor que inasequible al desaliento vivía como siempre haciendo de cada instante una oportunidad para sentir de nuevo la vida tal como solía ser; vibrante y llena de fé.

Hoy vuelvo a escribir. Para ponerle nombre a las cosas. Para respirar al aire libre de las emociones abiertas. Para conjurar fantasmas.