miércoles, 19 de octubre de 2016

APRENDER A LEER CON LAS MANOS






Aprender a leer es uno de los retos más importantes de la primera infancia a nivel académico. Este proceso habitualmente se produce de una manera sencilla cuando los niños adquieren la madurez cerebral suficiente. En los colegios españoles, este aspecto sin embargo, no se suele tener en cuenta a la hora de abordar esta enseñanza y se comienza casi nada más llegar a las aulas. Con tres, cuatro y cinco años, los niños tienen muchas cosas importantes que aprender. Y leer no es una de ellas. Fuera de España, los países más avanzados no comienzan con la lectoescritura hasta pasados los seis años. Hasta ese momento, el colegio es un lugar en el que aprender a jugar con otros compañeros, a interactuar a través del juego, la música y el arte, a gestionar las emociones, a reirse, a empatizar, a cuidarse a uno mismo y a su entorno...a ser personas y sobre todo,,. a ser felices. Y en España pretendemos que a los seis años nuestro pequeños ya sepan leer y escribir. Es cierto que algunos niños para ese momento ya lo sabrían igualmente, pero la cuestión es cómo se ha aprendido: si mientras tus mayores te leen cuentos a diario haciendo de leer una aspiración alegre y relajada, o sentado ante las letras, llevando ya "tarea de leer" a casa con cuatro años. Si los niños están neurológicamente preparados para ello, la lectura llegará de forma fluida y el momento en lo lo haga no marcará ninguna diferencia.
Mi hijo mayor aprendió a leer con cuatro años. Leyendo cuentos por la noche se iba fijando en las letras que aparecían. Y casi sin darnos cuenta un día ya sabía leer. Sus compañeros, en su mayoría tardaron un par de años más. Y, por supuesto, a día de hoy todo leen igual de bien.

Pero lo que quería comentar hoy es que, cuando llega el momento de aprender a leer no todos los niños acceden a esa habilidad con la misma facilidad. En los colegios se sigue utilizando básicamente el mismo método de siempre para aprender. Con diferencias en pequeños aspectos, el método sigue siendo aprender las vocales, luego las consonantes y después unirlas. Siempre con el papel como medio.

Sin embargo hay métodos alternativos de aprendizaje que abren nuevos caminos a través de otros sentidos. Esto es útil en todos los casos, porque trabajamos con otras áreas cognitivas y abrimos caminos a la lateralidad en el aprendizaje. Pero sobre todo es estupendo en los niños que tienen dificultades con este aprendizaje.

Las personas procesamos la información que nos llega a través de los diferentes canales, de maneras personales. Es decir, a algunos la información que llega de forma visual nos resulta más accesible. A otros es la que es recibida de manera auditiva. A otros, la táctil... Saber qué canal es el dominante en cada niño ayuda a la hora de entender su acceso a la información. Hay que observar para saber cuál es.

En 1980 Ronald Davis, una persona con dislexia, descubrió una manera diferente de tratar los problemas que esa peculiaridad acarreaba a quienes la tienen. Concretamente a él mismo. Centrado en la visión de las múltiples inteligencias y buscando una manera de trabajar diferente encontró en la plastilina una manera increíblemente eficaz para conseguirlo. Su método, pensado para dislexias, es exportable a cualquier otra necesidad de aprendizaje diferente.

http://www.davislatinoamerica.com/metodo-davis/ron-davis
Resultado de imagen de letras de plastilina del metodo ronald davis

Básicamente se trata de crear las letras con plastilinas, aplicándolas sobre una tira con el alfabeto impreso de manera muy clara y con un tamaño muy reconocible, como cinco dedos de alto (primero en mayúsculas y después en minúsculas). Los niños, cada día en sesiones cortas y repetidas irán creando las letras divirtiéndose con el material, dándole una nueva dimensión mental a las letras, interiorizando formas y volúmenes en lugar de trabajar con las 2 dimensiones habituales.

De esta manera, de pronto, el alfabeto pasa de ser algo intangible, una realidad compleja por su abstracción, a ser algo con entidad física que se puede asumir intelectualmente usando otras capacidades.

La clave para su eficacia es, como siempre, la constancia. Y desde luego, la tranquilidad. No hay prisa, no hay metas que cumplir, no hay presión. Hay que dejar que esa actividad sea siempre atractiva, dejando a los niños con ganas de más, sin dejar que lleguen a cansarse de ella.

Tener una caja especial para guardar el material, la plastilina y la cinta (plastificada o forrada con cinta adhesiva) con nuestro alfabeto enrollado es importante. Y tener una rutina en la que ese sea el momento esperado, también.

Este sistema se puede compaginar con otros.

Los que más me gustan a mi son los que apoyan el aprendizaje de las letras con gestos. Esto trabaja en la misma línea que el anterior, usando otros mecanismos para interiorizar los sonidos y las grafías. En los colegios se suele usar también, desde hace años, un método en el que se desarrollan historias que dotan de personalidad a cada letra. Esto hace que sea más entretenido y da otras claves para recordar cada símbolo asociado a su sonido.

Para mí, una combinación de todos los sistemas es el camino más eficiente. Poco a poco, asumiendo la manera de aprender de nuestros hijos y adquiriendo sus ritmo sin imponer el nuestro, haremos de este reto un proceso más suave, más divertido y más enriquecedor.


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