lunes, 11 de junio de 2012

Con los ojos del corazón

Ultimamente me he dado cuento de algo curioso. Se trata de mi hija. Con sus ojos de luna negra, su nariz de botón y sus labios de corazón es evidentemente asiática. Preciosa como un sol y como no podía ser de otra manera, la niña más bonita del mundo para su madre.

Recuerdo cuando llegó. La miraba en su cuna, la miraba en el parque, la miraba en la silla...trataba de aprendérmela de memoria. Me resultaba exótica y diferente. Me llamaba la atención la forma de sus ojos, como pececillos sin cola. La manera en que sus labios se levantan. Su frente redonda, su piel morena... La observaba y la analizaba tratando de hacer míos esos rasgos distintos. La veía y veía su país de origen. Me recordaba a aquellas mujeres hermosas, de largas melenas y pómulos perfectos.

Dos años y medio después, de pronto, me he dado cuenta de algo. Cuando miro a mi hija solo veo una niña más. No soy capaz de ver nada exótico en sus rasgos. Cuando la observo, por alguna curiosa razón, se han borrado todos aquellos detalles que la hacían diferente. Se me ha vuelto tan mía que no soy capaz de reconocer aquello que me llamaba tanto la atención. Es tan intenso esto, que a veces, pregunto: ¿a tí te parece que a la niña se la han borrado los rasgos asiáticos? Y, curiosamente, la gente que nos quiere y que pasa tiempo con nosotros se queda pensando un momento y contesta: "pues ahora que lo dices...yo no la veo nada asiática". Y lo es, desde luego. Pero ¿qué ha ocurrido ahí para que ya no seamos conscientes de ello?

Antes, cuando entrábamos en un restaurante, por ejemplo y le gente nos miraba, yo siempre creía que estaban analizándonos porque éramos algo distintos, con un niño rubio y una niña asiática. Pero ahora, cuando entramos y nos miran, lo que mi viene a la cabeza es que nos falta la cabra y la escalera para ser un pequeño circo. Pero, por el ruido que hacen mis dos retoños a la hora de organizarse. (yo me pido esta silla, no me la he pedido yo, pues tú has llegado tarde, mamáaaaaa...¿os suena?) Se me ha olvidado que mi hija no nació de mí. Se me ha olvidado que no se parece a su padre o a su madre. Se me ha olvidado que, supuestamente, somos diferentes. Hasta tal punto que a veces, después de una de esas charlas de parque con otra madre desconocida hasta entonces, me preguntan "¿te estaba preguntando por la adopción?" Y yo, me sorprendo y digo. "qué va. Si no creo ni que se haya dado cuenta."

Se me ha olvidado porque mi hija ya es MIA. Definitivamente. Y ahora mis ojos, no la ven desde la pupila. La ven desde el corazón. Y ven que se ríe como mi hijo. Y que se enfada como yo (mmmssss). Y que es la niña de los ojos de su padre. ¿Que no se nos parece? Como dice siempre mi madre: "hija, no la habrás parido, pero es que es igualita que tú con su edad". Eso es lo que yo llamo, la increíble y maravillosa genética aérea. La que asegura y consolida, la formación del clan. No importa cómo seamos por fuera. Poco a poco nos iremos contagiando del aire de familia con que el amor común  nos cubre a todos.






6 comentarios:

Xiao dijo...

Yo siempre digo que yo a mi hija no la veo china, la veo MIA.
Besos

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho lo que cuentas y cómo lo cuentas. Yo si veo a mi hija china, y a veces REchina. Y ha cambiado tanto tanto los rasgos de su cara, su cuerpo... en estos seis años que me pregunto cómo evolucionará... porque mi niña se trasforma ante mis ojos y me sorprende y no tengo ni idea de como será... disfruto de sus cambios... y a veces me encanta destacar sus rasgos chinos y verla china, rechina y ¡ahh¡la veo tan tan bonita con su cara de luna.
y me siento tan orgullosa de ella.
Itsaso (puedes utilizar lo que quieras de mi blog, y gracias por tus palabras)

montse dijo...

A mi me encanta como es. Y veo exactamente como es pero me pasa lo que os cuento.

Itsaso, gracias, lo mismo te digo respecto al mío.

pd-¿sabes que Vitoria es mi ciudad natal? :-))

sara dijo...

Pues como tú dices..a mi me pasa igual..hay tantas tantas veces que se me olvida. Anécdota: en una óptica la estaban mirando porque según ella no oía bien. Estaba ella en la cabina y la chica y yo fuera. Me empieza a decir, que sí parece que tiene algo bajo un oído y yo tan chula y tan convencida suelto " si es que en mi familia hay varios casos de sordera" y me quedo tan ancha..la chica me mira sorprendida..y yo me doy cuenta y la digo " tú también te has dado cuenta no? jajajaja" qué risas nos echamos.....

Antón dijo...

Estimada Montse, has descrito perfectamente lo que nos pasa a muchas madres y padres adoptivos, los rasgos de nuestros hijos se difuminan de tal forma que a veces olvidamos su origen, pero aunque para nosotros sea algo habitual por desgracia para otros no lo será. Te dejo aquí una frase, para mi muy cierta, que encontré en la página de la Asociación Gerard (http://www.asociaciongerard.com/) "Tu no juzgas a tus hijos por el color de su piel... Pero otros lo harán" – K. Roxburgh
He descubierto tu blog hoy y prometo hacer un repaso a lo que has escrito. Gracias

aialmar dijo...

Tienes razón Antón en lo que apuntas y es un detalle que también tenemos que tener presente. Los niños que tienen padres y familiares de otra raza, por adopción, lo tienen más difícil a la hora de desarrollar su identidad racial. Nuestra responsabilidad es ayudarles en la medida de nuestras posibilidades, a mirarse en espejos positivos que les puedan devolver una idea realista de su raza, de sus rasgos. REcuerdo una anécdota que contaba una madre hace algún tiempo en la que decía que paseando por la calle con su niña de cuatro o cinco años, se cruzaron con unos niños que al verla chillaron: "mira, una china!!!". Y la niña, sobresaltada se volvió y buscando con la mirada dijo: ¿dónde, dónde?". Conocerse bien, sentir orgullo de su procedencia racial, es imprescindible para navegar por este proceloso mar que es el día a día. Aunque para nosotros su raza sea la que nos marca el corazón, y solo veamos el brillo de sus ojos y la suavidad de su piel.