tag:blogger.com,1999:blog-44614998153028807322024-03-13T16:37:08.845-07:00EN ESTE PRECISO INSTANTEaialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.comBlogger83125tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-47383068547111476652019-03-24T12:45:00.000-07:002019-03-24T12:45:09.150-07:00¿Porqué mamá?<br />
<h2 style="text-align: center;">
¿PORQUÉ NO ME QUISO?</h2>
<h3 style="text-align: center;">
LA VERDAD DETRÁS DE CADA HISTORIA DE ADOPCIÓN</h3>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<br />
<div style="text-align: center;">
<img alt="El Amor, Amar, Me, Niño, Esperanza" height="200" src="https://cdn.pixabay.com/photo/2016/11/18/01/36/love-1833162__340.jpg" width="153" /></div>
<br />
<br />
Parece increíble cómo ha volado el tiempo. A veces tengo la sensación de que siempre vivimos el mismo momento, como en aquella película de Bill Murray. Y otras, cuando al abrazar a mi pequeño tengo ya que ponerme de puntillas, me parece que alguien se ha llevado sin permiso los últimos diez años.<br />
<br />
Pero la realidad se impone. Mis niños ya, empiezan a dejar de serlo. El mayor, sumergido de lleno en la adolescencia, navega por ese proceloso mar de inquietudes y desasosiegos que nos llevan y nos traen a todos como los cayados de las playas en plena marea. La pequeña, con su cuerpecillo de sirena, su elegante manera de sentarse distraidamente a mirar sus series favoritas comenzando a ver el mundo desde otra perspectiva, haciéndose preguntas, reconociéndose y reconociéndonos una vez más. Y nosotros, que a veces nos miramos, cuando nos queda tiempo, y nos sorprendemos de vernos con esas canas nuevas, esas arrugas que antes no eran nuestras.<br />
<br />
¿Cuántas vueltas hemos dado ya en esta noria adoptiva que nos hace pasar una y otra vez por los mismos lugares? Creo que en esta atracción estaremos subidos para siempre. Pero como dicen por estos lugares..."tú compraste esta cuchara...¡Ahora come con ella!". El sarna con gusto no pica de toda la vida, vamos.<br />
<br />
Es normal. Ya lo esperábamos. Es más, ya lo sabíamos. La condición adoptiva no se pasa con el tiempo. Y ella va preguntándose cada día cosas nuevas. Fijándose en aspectos del tema que nunca había tenido en cuenta. Cayendo paulatinamente en la verdad escondida detrás de todos nuestros intentos de normalizar el tema: el abandono. El irremediable, demoledor, desolador abandono que lo puso todo en marcha. Y comienza a hacerse la gran e inevitable pregunta: ¿Porqué?<br />
<br />
<br />
Y ahí, todos nuestros recursos mascados y preparados con tanto cuidado esperando y temiendo este momento se revelan ineficaces, insuficientes, insignificantes intentos de tapar una herida que nada puede hacer desaparecer como a nosotros nos gustaría: por arte de magia. O mejor dicho, por arte de amor.<br />
<br />
Nada de mentiras, nada de cuentos inventados para hacer más cómoda la realidad, porque poco a poco la verdad desnuda se presentará en toda su crudeza delante de nuestros hijos e hijas. Otro dolor que no les podemos evitar. Cada pregunta tendrá su respuesta. Sin prisas, sin datos que no vienen a cuenta con su edad, sin adelantarnos a su proceso mental. Suena tan sencillo: solo contestar lo que ellos van queriendo saber.<br />
<br />
Pero no es fácil, ya lo sabéis. Cuando tu hijo te pregunta porqué su madre biológica no le quiso y se te rompe el corazón viendo sus ojos asustados y tristes...querrías tener una respuesta dulce. Un motivo que ayudase a entender. Que le hiciera libre del peso de esa duda. Que le permitiese seguir adelante con una historia clara que procesar, que contar cuando lo necesite. Pero no la tienes. Lo pienso en cada cumpleaños, cada vez que veo el amor infinito que su abuela tiene por ella, el cariño con que toda la familia la envuelve cuando está con ellos y no puedo dejar de preguntarme cómo te arrancas del corazón algo así. Como vas a vivir sin pensar en ella. Seguro que no se puede. Y me gustaría decirle eso a mi hija. Que seguro que en algún lugar alguien piensa en ella con cariño. Pero no lo hago. Y me trago mi mentira piadosa para que entre nosotras no haya nada falso u oculto. Para que crezca con verdad y fortaleza. Para que un día pueda mirar hacia atrás sin sentir que creció engañada. Para no ser parte de esa herida.<br />
<br />
Mamá ¿tú crees que me echará de menos? Ay hija mía. Quisiera inventar para ti una hermosa historia con la que soñar. Pero inventar para ti un recuerdo etéreo de amor lejano y perfecto sería una trampa en la que tarde o temprano caeríamos las dos.<br />
<br />
Y después, cuando te has saciado y rumias tu pena personal e intransferible, solo me queda tratar de acompañarte hasta ese lugar en el que nuestro amor te aleja de la soledad y te arropa como una mantita en la que envolverte para sentirte de nuevo en casa.<br />
<br />
Aunque a veces, solo a veces, creo que nunca seré para ti todo eso que tú necesitas. Porque no pude parirte, como tú quieres. Porque no hay fotos tuyas cuando aún eras una ranita rojilla y casi ciega de recién nacida. Porque no tomaste pecho, por más que lo has deseado. Porque aquellos primeros llantos no te los pude consolar.<br />
<br />
Pero la vida es así. Ni justa, ni ecuánime, ni piadosa, ni compasiva. La vida es vértigo y emoción, un camino lleno de obstáculos que sortear o superar. Una batalla con intervalos de paz para algunos; un paseo con momentos inciertos, para otros. Nadie elige. Nadie puede escapar de su devenir.<br />
<br />
¿Y cómo vivir entonces cuando las heridas no curan y duelen permanentemente?<br />
<br />
Isabel Allende lo decía sabiamente en <i>Paula: </i>Cuando te acostumbras a vivir con la tristeza la vida vuelve de nuevo a girar sobre su eje, como siempre, enredándonos en quehaceres y preocupaciones más livianos.<br />
<br />
Tú hija, aprenderás también a vivir con tu condición. Con el dolor, o la ausencia de él, que tu corazón te permita. Como yo, como todos.aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-7408904060204634092019-03-19T12:29:00.002-07:002019-03-19T12:33:10.953-07:00<br />
<div align="center" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;"><span style="font-size: medium;"><b>AULAS
PARA TODOS O LA HISTORIA DE LA CABRA</b></span></span></div>
<div align="center" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;"><span style="font-size: medium;"><b>A
vueltas de nuevo con la integración</b></span></span></div>
<div align="center" class="western">
<br />
<img alt="Escuela, Estudiantes, Los Niños, Tablero" height="226" src="https://cdn.pixabay.com/photo/2018/07/05/16/59/school-3518726__340.jpg" width="320" />
</div>
<div align="justify" class="western">
<br />
<br /></div>
<div align="justify" class="western">
<br />
<br /></div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">El
humor es una forma de terapia, una manera de normalizar y asumir
diferentes momentos y situaciones que acontecen en la vida cotidiana.
No hay tragedia que con el paso del tiempo no se convierta en
ingrediente de bromas o chistes. Ese humor negro tan humano.</span></div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">Sin
embargo ¿todo es susceptible de ser enfocado en clave de humor?
¿Hasta que punto podemos reírnos de determinadas cosas? </span>
</div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">No
me estoy refiriendo a los últimos casos en los que la justicia ha
tomado medidas contra cómicos que, en el ejercicio de su libertad de
expresión, al parecer, han sacado los pies del tiesto. Hace algunos
día recibí uno de esos vídeos que circulan por las redes sociales,
en clave de humor. El vídeo no era nuevo pero llegaba ahora a mis
manos, o mejor dicho a mi teléfono, procedente de la web de un
sindicato de profesores de secundaria español. En él se reproducía
un encuentro entre una docente y un inspector educativo. Él hacía
un repaso de la evolución del alumnado de la profesora. Uno de sus
alumnos había sido suspendido. El inspector preguntaba entonces por
la adaptación curricular del alumno es cuestión, que no había sido
llevada a cabo. La maestra, achicada por el reproche, se defendía
diciendo que el alumno en cuestión era...una cabra. </span>
</div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">Este
era el gag principal del vídeo. A partir de ahí ella explicaba
todas las conductas inapropiadas del alumno en clase, cornear a otros
alumnos, comerse la libretas y hacer sus necesidades en el aula.
Todo ello pretendidamente hilarante. En realidad se trata de una
crítica al sistema educativo que, según quienes hacen el vídeo,
obliga a aceptar a todo tipo de personas en las aulas. ¿Cabras? Ese
es su ejemplo.</span></div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">Quizá
desde fuera, desde el lado de la vida en el que los padres y madres
de los niños y niñas que acuden a los centros educativos, no saben
de adaptaciones curriculares, pueda tener gracia. Pero la realidad es
que no la tiene.</span></div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">No
la tiene porque cada día hay niños, niñas y jóvenes que acuden a
los centros sin tener un lugar adecuado en el que estar. Son personas
en formación que pasan entre seis y siete horas en un aula en el que
no acaban de encajar. Antes se llamaba discapacidad a lo que les pone
la vida más difícil: ahora se llama diversidad funcional. Da lo
mismo. Es una enorme piedra en el zapato con la que estas personas
tienen que recorrer su día a día. Y cada día, las familias de este
alumnado se sumergen en la pelea de conseguir para él un lugar
adecuado, adaptado y sobre todo, legítimo. Parece algo evidente,
pero no lo es. En demasiados casos, las familias viven con angustia
cada curso sintiendo que el lugar de su hijo o hija está siempre
siendo cuestionado. Es como estar en la cuerda floja educativa,
esperando cuál será el momento en que se sugiera la expulsión del
alumno o alumna...o dicho de forma más políticamente correcta, el
momento en que se eleve la propuesta de que abandone el aula
ordinaria para acudir a un aula o centro específico. </span>
</div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">Y
la cuestión no es si es adecuado o no su comportamiento en el aula.
La cuestión es si se les está proporcionando el entorno y la
atención necesarios para que lo sea. Por si se lo están
preguntando, la respuesta es no. Todo queda en manos de la capacidad
personal de un profesorado que, en el mejor de los casos, no tiene la
cualificación necesaria para atender la diversidad de las aulas, y
el el peor, no está ni siquiera interesado en tenerla. Por supuesto,
hay muchos docentes que dignifican su profesión y la llenan de
caminos y esperanza. Pero los otros...ay.</span></div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">Estamos
ahora mismo en un momento en que hablar de integración en las aulas
es colgarse la medalla del pensamiento progresista y solidario. Pero
hablar no es lo mismo que lograr. Ni de lejos.</span></div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">Los
diferentes gobiernos han ido dejando tras de si un panorama apenas
variable de integración real. El alumnado con necesidades
especiales se enfrenta a un profesorado superado por la realidad de
las aulas masificadas, por la necesidad de atender a las diferentes
realidades de cada persona sin más medios que los personales, sin
apoyos formativos específicos, reales y eficientes que les ayuden en
esta dirección. Y en este panorama, el alumnado con diversidad
funcional recibe quizás unas horas de apoyo semanales en las que se
trata, teóricamente, de atender su forma personal de aprender o de
pensar. El resto del tiempo se convierte en un ejercicio de
supervivencia que pone a prueba la capacidad de resistencia de todos
los implicados pero que, a quienes se lleva verdaderamente por
delante, es a los niños, niñas y jóvenes que padecen una
discapacidad.</span></div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">Integrar
no es simplemente juntar en un aula. Es una acción compleja que
requiere inversión, conocimientos, estructura y constancia. Pero
sobre todo, una visión real y globalizadora de la diversidad que
consiga que deje de ser “el problema” para ser simplemente lo
Normal. Con mayúsculas.</span></div>
<div align="justify" class="western">
<br />
<br /></div>
<div align="justify" class="western">
<span style="font-family: "calibri light" , serif;">Ojalá
me hubiera hecho gracia el vídeo de la cabra. Ojalá se lo hubiera
hecho a todas las familias con hijos e hijas con diversidad
funcional, que lo vieron y se sintieron dolidas, afrentadas y
tristes. Porque significaría que todo eso ya, no es más que el
pasado.</span></div>
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-73037547532961011092016-10-25T10:00:00.000-07:002016-10-25T12:12:14.121-07:00Un poquito de sombra<div style="text-align: center;">
<img alt="Resultado de imagen de mujer con sombrilla" src="https://c1.staticflickr.com/1/205/469777226_4596ed4014_z.jpg?zz=1" /></div>
<br />
Hoy os contaré una pequeña historia:<br />
<br />
"Hacía un día radiante de sol. La chica había disfrutado como nadie del agua fresca de la piscina. Pero ahora, permanecía sentada en los escalones de su entrada. Inmóvil, como petrificada. Desde las ventanas de las viviendas que rodeaban la piscina, los vecinos se asomaban entre curiosos y asustados. Se preguntaban qué estaba ocurriendo, qué era aquello que no acababan de entender. Alguien, finalmente se informó: la chica había recibido un fuerte impacto mientras nadaba. Uno de sus amigos le había saltado encima accidentalmente. No podía moverse. El dolor y el miedo la mantenían como paralizada, con medio cuerpo en el agua y el resto bajo el ardiente sol. Al conocer la noticia los vecinos se movieron inquietos. Pero sus amigos ya se habían encargado de llamar a la ambulancia. Nada quedaba por hacer. El asunto era demasiado grave como para que nadie pudiese ayudar en nada. Así que cada uno reaccionó según su parecer: algunos simplemente dieron el tema por zanjado y se volvieron a sus casas, a sus propios asuntos. Otros permanecieron observando de lejos, comentando la situación y conjeturando sobre lo que podría o no sucederle a la pobre chica.<br />
Ella mientras tanto permanecía sentada, acompañada por sus angustiados amigos que buscaban ayuda sin saber dónde, ni de qué manera.<br />
Yo, era una de las que observaban la escena. Mi hijo me preguntaba angustiado qué podíamos hacer. Al principio, ante la magnitud del problema y visto que la ayuda estaba en camino pensé en contestarle..."nada". Pero entonces me di cuenta de algo. Cogí la sombrilla que teníamos puesta en el patio y me acerqué hasta ella. Al menos, podría proporcionarle algo de sombra. Hacer su espera un poquito más llevadera. Al acernarnos nos dimos cuenta de sus hombros y la piel de su rostro enrojecidos. Al recibir la sombra sobre su acalorado cuerpo la chica nos miró y nos dio las gracias. Sus amigos también.<br />
Poco después la ambulancia llegó y se llevó a la joven. Nunca más supimos de ella ni de su destino.<br />
A veces me acuerdo de ella y me pregunto qué pasaría después. Y me alegro de que, al menos, pudiera ofrecerle aquel mísero consuelo en ese amargo trance. Y recuerdo su carita agradecida y aquella triste sonrisa.<br />
<br />
A mi también me han ofrecido a veces el consuelo de un poquito de sombra. Quizá a quienes la ofrecen les parezca una miseria: Un poco de sombra es tan poca cosa... Pero a veces, cuando el sol aprieta y la sed se vuelve compañía, un poquito de sombra es un maravilloso privilegio. Por eso, cuando la sombra sin saber porqué un día se va, se echa de menos. Y por eso, siempre recordamos las manos que un día tuvieron el tiempo y las ganas para abrir para nosotros una pequeña sombrilla.<br />
Yo siempre llevo una conmigo (aunque no se vea)...por si acaso."<br />
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-90551088664378630342016-10-19T10:00:00.000-07:002016-10-19T10:00:25.402-07:00APRENDER A LEER CON LAS MANOS<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;">
</div>
<br />
<br />
<br />
<br />
<a href="http://fotos.lahora.com.ec/cache/c/c8/c80/c80e/vivir-con-dislexia-20121111015233-c80ef553d734e369bba60e0da1a6248d.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><br /></a>Aprender a leer es uno de los retos más importantes de la primera infancia a nivel académico. Este proceso habitualmente se produce de una manera sencilla cuando los niños adquieren la madurez cerebral suficiente. En los colegios españoles, este aspecto sin embargo, no se suele tener en cuenta a la hora de abordar esta enseñanza y se comienza casi nada más llegar a las aulas. Con tres, cuatro y cinco años, los niños tienen muchas cosas importantes que aprender. Y leer no es una de ellas. Fuera de España, los países más avanzados no comienzan con la lectoescritura hasta pasados los seis años. Hasta ese momento, el colegio es un lugar en el que aprender a jugar con otros compañeros, a interactuar a través del juego, la música y el arte, a gestionar las emociones, a reirse, a empatizar, a cuidarse a uno mismo y a su entorno...a ser personas y sobre todo,,. a ser felices. Y en España pretendemos que a los seis años nuestro pequeños ya sepan leer y escribir. Es cierto que algunos niños para ese momento ya lo sabrían igualmente, pero la cuestión es cómo se ha aprendido: si mientras tus mayores te leen cuentos a diario haciendo de leer una aspiración alegre y relajada, o sentado ante las letras, llevando ya "tarea de leer" a casa con cuatro años. Si los niños están neurológicamente preparados para ello, la lectura llegará de forma fluida y el momento en lo lo haga no marcará ninguna diferencia.<br />
Mi hijo mayor aprendió a leer con cuatro años. Leyendo cuentos por la noche se iba fijando en las letras que aparecían. Y casi sin darnos cuenta un día ya sabía leer. Sus compañeros, en su mayoría tardaron un par de años más. Y, por supuesto, a día de hoy todo leen igual de bien.<br />
<br />
Pero lo que quería comentar hoy es que, cuando llega el momento de aprender a leer no todos los niños acceden a esa habilidad con la misma facilidad. En los colegios se sigue utilizando básicamente el mismo método de siempre para aprender. Con diferencias en pequeños aspectos, el método sigue siendo aprender las vocales, luego las consonantes y después unirlas. Siempre con el papel como medio.<br />
<br />
Sin embargo hay métodos alternativos de aprendizaje que abren nuevos caminos a través de otros sentidos. Esto es útil en todos los casos, porque trabajamos con otras áreas cognitivas y abrimos caminos a la lateralidad en el aprendizaje. Pero sobre todo es estupendo en los niños que tienen dificultades con este aprendizaje.<br />
<br />
Las personas procesamos la información que nos llega a través de los diferentes canales, de maneras personales. Es decir, a algunos la información que llega de forma visual nos resulta más accesible. A otros es la que es recibida de manera auditiva. A otros, la táctil... Saber qué canal es el dominante en cada niño ayuda a la hora de entender su acceso a la información. Hay que observar para saber cuál es.<br />
<br />
En 1980 Ronald Davis, una persona con dislexia, descubrió una manera diferente de tratar los problemas que esa peculiaridad acarreaba a quienes la tienen. Concretamente a él mismo. Centrado en la visión de las múltiples inteligencias y buscando una manera de trabajar diferente encontró en la plastilina una manera increíblemente eficaz para conseguirlo. Su método, pensado para dislexias, es exportable a cualquier otra necesidad de aprendizaje diferente.<br />
<br />
<a href="http://www.davislatinoamerica.com/metodo-davis/ron-davis" target="_blank">http://www.davislatinoamerica.com/metodo-davis/ron-davis</a><br />
<a href="http://fotos.lahora.com.ec/cache/c/c8/c80/c80e/vivir-con-dislexia-20121111015233-c80ef553d734e369bba60e0da1a6248d.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img alt="Resultado de imagen de letras de plastilina del metodo ronald davis" border="0" src="https://fotos.lahora.com.ec/cache/c/c8/c80/c80e/vivir-con-dislexia-20121111015233-c80ef553d734e369bba60e0da1a6248d.jpg" /></a><br />
<br />
Básicamente se trata de crear las letras con plastilinas, aplicándolas sobre una tira con el alfabeto impreso de manera muy clara y con un tamaño muy reconocible, como cinco dedos de alto (primero en mayúsculas y después en minúsculas). Los niños, cada día en sesiones cortas y repetidas irán creando las letras divirtiéndose con el material, dándole una nueva dimensión mental a las letras, interiorizando formas y volúmenes en lugar de trabajar con las 2 dimensiones habituales.<br />
<br />
De esta manera, de pronto, el alfabeto pasa de ser algo intangible, una realidad compleja por su abstracción, a ser algo con entidad física que se puede asumir intelectualmente usando otras capacidades.<br />
<br />
La clave para su eficacia es, como siempre, la constancia. Y desde luego, la tranquilidad. No hay prisa, no hay metas que cumplir, no hay presión. Hay que dejar que esa actividad sea siempre atractiva, dejando a los niños con ganas de más, sin dejar que lleguen a cansarse de ella.<br />
<br />
Tener una caja especial para guardar el material, la plastilina y la cinta (plastificada o forrada con cinta adhesiva) con nuestro alfabeto enrollado es importante. Y tener una rutina en la que ese sea el momento esperado, también.<br />
<br />
Este sistema se puede compaginar con otros.<br />
<br />
Los que más me gustan a mi son los que apoyan el aprendizaje de las letras con gestos. Esto trabaja en la misma línea que el anterior, usando otros mecanismos para interiorizar los sonidos y las grafías. En los colegios se suele usar también, desde hace años, un método en el que se desarrollan historias que dotan de personalidad a cada letra. Esto hace que sea más entretenido y da otras claves para recordar cada símbolo asociado a su sonido.<br />
<br />
Para mí, una combinación de todos los sistemas es el camino más eficiente. Poco a poco, asumiendo la manera de aprender de nuestros hijos y adquiriendo sus ritmo sin imponer el nuestro, haremos de este reto un proceso más suave, más divertido y más enriquecedor.<br />
<br />
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-27747211154662837492016-10-18T11:30:00.000-07:002016-10-19T03:39:39.188-07:00La autoestima: el primer escalón.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_Qw2D6K79KArwtpSqxWg9tIKrErGcf8mRSsVz1PCHVax8SkiBryN2ojsiyeMP4gz44lWW5_w0VncmPjkb4KDqBTk4QJZa-p39cFXAPrBThQ6b8mE2OGOquMOOnB49WkxgnQxk6EYQV7Ys/s1600/IMG_20161009_121636.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_Qw2D6K79KArwtpSqxWg9tIKrErGcf8mRSsVz1PCHVax8SkiBryN2ojsiyeMP4gz44lWW5_w0VncmPjkb4KDqBTk4QJZa-p39cFXAPrBThQ6b8mE2OGOquMOOnB49WkxgnQxk6EYQV7Ys/s320/IMG_20161009_121636.jpg" width="240" /></a></div>
<br /></div>
<div>
<br /></div>
<div>
<br /></div>
<div>
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija es alegre.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija es hermosa.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija es cariñosa.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija es empática.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija es ordenada.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija es trabajadora.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija es graciosa.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija es ingeniosa.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Sin embargo...</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija se siente triste.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija cree que es muy fea.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija se muestra arisca.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija se aleja de los demás.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija pierde en interés en sus cosas.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija se rinde antes las dificultades.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija se ofende con las bromas.</div>
<div style="text-align: center;">
Mi hija está a la defensiva.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div>
<br /></div>
<div>
En medio de esas dos listas hay algo muy simple. Tan simple como un colegio. </div>
<div>
<br /></div>
<div>
Un lugar en el que la convencieron de que no era capaz ni de hacer la fila y la llevaban de la mano la primera. A ella, que es la primera que se levanta de la cama y se viste, eso sí, después de combinar cuidadosamente el modelito del día ("mamá, tú no entiendes de moda").</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Un lugar en el que un día, la profesora de PT, en medio de una conversación en la que yo mencionaba lo bonita que iba a ser de mayor me corrigió y me dijo "bueno...atractiva" y los niños la llamaban fea sin cesar, por sus ojos de almendra.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Un lugar en el que nadie la invitaba a los cumpleaños, incluso si, por compromiso acudían a suyo.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Un lugar en el que la convencieron de que no sabía recoger su material y hacían que otros niños lo hicieran por ella. A ella, que se hace la cama cada mañana y que recoge todos sus juguetes. A ella que conserva las mismas ceras desde hace tres años.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Un lugar en el que nunca le dieron alas para aprender y donde, cuando yo les contaba los grandes avances que observaba trabajando con ella en casa me contestaban..."bueno, bueno...con los pies en el suelo" y la ponían a colorear en un rincón.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Un lugar en el que una niña la acosó durante dos años sin que nadie en el colegio pusiera remedio. A ella, que deseaba más que nada en el mundo tener amigas.</div>
<div>
<br /></div>
<div>
Un lugar en el que el castigo cuando según ellos se lo merecía, era llamarla bebé y llevarla a la clase de los más pequeños del colegio. </div>
<div>
<br /></div>
<div>
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¿Porqué lo aguantamos? Porque a veces no ves lo que tienes delante de tus narices hasta que te alejas un poco. Porque la vida no nos permitía escoger en ese momento. Porque estábamos abrumados y nos convencían de que no había otra manera de hacer las cosas. Porque hasta en esto, hay que aprender y nosotros éramos ignorantes en este territorio.</div>
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Mi hija se enfrenta ahora a un gran desafío. Un colegio nuevo en el que, por ahora (tengo demasiadas heridas como para confiar completamente) le han abierto los brazos. Es un macrocolegio con cientos de niños de todas las edades. Y muchos, muchos de ellos, son niños especiales en inclusión. O sea, en un aula normalizada. </div>
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Yo tenía tanto miedo...un colegio tan grande y mi niña tan pequeña. ¿Y si realmente no sabia hacer la fila? ¿Y si, como me decían, no era capaz de estar sentada ante su pupitre como los demás? ¿Y si, y si, y si...?</div>
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El primer día la acompañé hasta el patio donde hacen la fila, ya dentro del recinto escolar. Esperé a que entrase y le tiré un montón de besos. Ella se fue tan feliz.</div>
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Al día siguiente, antes de salir para el colegio, me dijo muy seria: "Mamá, haz el favor de no acompañarme hasta dentro, que me dejas en ridículo. Y no me mandes besos. Ya me los darás luego." La dejé en la puerta envuelta en una marabunta de niños que entraban al colegio. Y la vi alejarse, con su mochila al hombro, camino al patio en el que se colocó en su lugar en la fila. Una niña más. </div>
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Ni más ni menos lo que es.</div>
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Sin embargo aún nos queda mucho camino por andar antes de que ella vuelva a sentirse igual que las demás. Su autoestima está muy dañada. Y su confianza en los demás también. Y ese es el primer escalón que hay que superar para afrontar cualquier tipo de aprendizaje. Tan convencida está de que no puede aprender que cuando se enfrenta a un reto se bloquea, se frustra y abandona. Es una actitud de supervivencia. Si tu experiencia se basa en el fracaso huirás de las circunstancias que históricamente te lo han proporcionado. Un ejemplo: está aprendiendo a leer y jugando, lee las palabras por separado sin ninguna dificultad. Hasta que, de pronto, se percata de lo que está haciendo. En ese momento, deja de ser algo divertido para ser algo angustioso y quiere dejar de hacerlo.</div>
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La confianza en las propias posibilidades es imprescindible para aprender. Corregir demasiado, exigir de forma impaciente, no valorar los pequeños pasos, despreciar la iniciativa, dar más importancia al error que al acierto, comparar con otras personas y sobre todo, no aceptar la forma de aprender de cada niño son errores que pueden herir de forma grave la capacidad de nuestros hijos de sentirse capaces. </div>
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Ahora mi reto es conseguir que sepa cuánto vale y que crea, igual que nosotros sabemos, que es una niña maravillosa.<br />
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Su nuevo profesor en la primera reunión del aula nos dijo una sencilla frase: "Ella es, sin ninguna diferencia con el resto de sus compañeros, una niña más en el aula".<br />
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Qué pedazo de frase. Creo que me la voy a enmarcar...</div>
aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-26932127578197168902016-03-31T12:07:00.004-07:002016-10-14T11:10:10.660-07:00ESE CRUCERO AL QUE NUNCA FUIMOS<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=4461499815302880732" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="Resultado de imagen de imagenes crucero" border="0" height="168" 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La normalidad es como un crucero de lujo. Cuando nacemos se supone que todos seremos alegres pasajeros de ese fantástico viaje. Y a veces es así: algunos embarcarán rodeados de comodidades y estímulos, de diversión, luz y alegría. Sin embargo, hay otros, muchos más de los que se piensa, que se quedarán en el puerto, viendo como el cómodo barco se aleja de ellos.<br />
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Desde la cubierta, los felices pasajeros ven a los que se quedaron en tierra y sienten que son los afortunados poseedores de un destino especial. Y miran a quienes se quedaron preguntándose qué pasó con ellos, sintiéndoles diferentes.<br />
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Sin embargo ese es un crucero fantasma. La normalidad es un mero espejismo. Un momento que, como el viaje de un crucero, puede acabar en cualquier puerto. Para cualquiera.<br />
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Desde ese momento, la vida de los viajeros en tierra es una lucha por encontrar un lugar adecuado donde poder instalarse y disfrutar del paisaje. Porque, por supuesto, también en tierra hay hermosos amaneceres y prodigiosas puestas de sol.<br />
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Y ese viaje de búsqueda, la verdad, no suele ser nada fácil. A veces hay que abrirse hueco a codazos. Esta lucha, tristemente, empieza muchas veces en las escuelas.<br />
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Es penoso ver cómo, de vez en cuando, se escucha a alguien mencionar algún colegio en el que los niños con necesidades especiales son bien acogidos, en el que se atiende a sus peculiaridades sin discriminarles, en el que se buscan caminos alternativos al aprendizaje. Es penoso porque se menciona siempre como un descubrimiento, como si se hubiera encontrado una pepita de oro entre la grava de un río.<br />
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La triste y dramática realidad es que los colegios que realmente no discriminan, con todo lo que eso conlleva de verdad, son muy escasos. Y el motivo es muy simple: porque las personas que, de verdad, no discriminan también lo son. Los colegios no son entidades autónomas ajenas a las emociones e ideas de quienes las integran. Son sólo vehículos a través de los cuales, quienes trabajan en ellos se expresan. Se escucha muy a menudo que no se puede dar más apoyo a los niños en situación de desventaja porque las administraciones no los proporcionan. Pero eso no es más que una vergonzosa excusa.<br />
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Es cierto que las horas de trabajo de los profesores de pedagogía terapéutica, de los logopedas, de los orientadores son muchas menos de las que hacen falta. Pero es mucho más cierto que, cuando los profesores están realmente interesados en sacar adelante a todos sus alumnos, independientemente de sus circunstancias, esas trabas son mucho menores.<br />
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De hecho, la diferencia en la calidad de la enseñanza entre unos colegios y otros, en cuanto a discapacidad se refiere, no suele estar directamente relacionada con el número de horas de apoyo, o de clases especiales que se proporcionen a los niños.<br />
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¿Dónde está entonces la diferencia?<br />
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En las personas. Decir que nosotros no discriminamos a los niños con peculiaridades personales es fácil. Pero llevarlo a cabo no lo es. Supone aceptar muchas cosas y buscar caminos alternativos constantemente. Entender que convivir supone algunas renuncias y acomodaciones. Aprender a ver detrás de lo aparente y descubrir la riqueza oculta en cada uno de ellos. Dejar de sentir que nuestro estado es mejor por estar más adaptado a las exigencias sociales. Dejar de creer que estamos a salvo del dolor alejándonos de las personas que nos duelen.<br />
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Ahora mismo, yo conozco de cerca la experiencia del rechazo y el abandono. Mi hija y yo hemos sentido el dolor de vernos despreciadas por llevar con nosotras demasiados problemas. Hemos visto ya tantas espaldas alejarse...<br />
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Sacan a nuestros niños diferentes de las aulas normalizadas "invitando" a las familias a buscar lugares más adecuados. "Limpian" los colegios de niños que no corren, que no hablan, que no piensan tan deprisa, que no aprenden igual que los otros. Qué bonito. Qué orgullosos se sienten esos "maestros" cuando sacan a sus niños perfectos a sus escenarios decorados con palomas de la paz y manos unidas, en cualquier representación para las familias. Todos igualitos, todos sanos, todos perfectos.<br />
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Y yo me pregunto. ¿Qué tipo de adultos serán mañana esos niños a los que ahora les quitaron la oportunidad de aprender que no hace falta ser iguales para serlo? ¿Qué aprenderán esos pequeños que ven cómo sus mayores apartan de su lado a los niños con problemas? ¿Cómo tratarán a las personas con discapacidad si para ellos es algo ajeno a la vida normal?<br />
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No tengo muchas dudas al respecto. Los niños, generosos y abiertos por naturaleza, solo necesitan la oportunidad de crecer en un ambiente rico emocionalmente, en el que todos tengan cabida, para aprender a gestionar cualquier tipo de relación de forma positiva.<br />
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¿Y sabéis lo peor? Que esos adultos estupendos que hacen que sus hijos aprendan a rechazar a las personas con problemas, los que no las quieren en sus aulas, los que no los quieren como amigos para sus hijos, serán un día parte del grupo de las personas dependientes. Quizá por algo sobrevenido, pero no me refiero a eso, de lo que nadie por cierto, está a salvo; Me refiero a que, si la vida les trata bien y llegan a ser ancianos...esos niños que ya serán adultos serán los encargados de velar por su calidad de vida y su bienestar.<br />
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Cómo suele decir mi padre..."que dios nos coja confesados".<br />
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Mientras tanto, mientras ellos también van creciendo y aprendiendo a ser personas, los niños con cualquier tipo de singularidad aprenden a sentirse inferiores y defectuosos. Terrible. De verdad.aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-79120932211663030992016-03-31T04:04:00.000-07:002016-03-31T04:20:02.751-07:00UN AMIGO DE MARTE<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2MYyr06NeKnT_zRhtlnxG6MoIY1Y-qxm-VkLSINRuzx6FwSbOV8lBhF-bdU0D_Dj1qQ1HubJUYbtFoH3EhGDY33HWzGsye9FtPpj7H81YG8CjRevS08YAu97boKAj8HaRCLLBAL6xZWc7/s1600/dibujo+Pablo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2MYyr06NeKnT_zRhtlnxG6MoIY1Y-qxm-VkLSINRuzx6FwSbOV8lBhF-bdU0D_Dj1qQ1HubJUYbtFoH3EhGDY33HWzGsye9FtPpj7H81YG8CjRevS08YAu97boKAj8HaRCLLBAL6xZWc7/s400/dibujo+Pablo.jpg" width="283" /></a></div>
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El lenguaje es la puerta de entrada el mundo. A través de él nos conectamos con los demás; nos representamos y nos creamos constantemente a través de él. Nos da identidad, nos explica y nos identifica. Es nuestra herramienta más primaria. Aún antes de poder controlar nuestras más básicas expresiones faciales ya somos capaces de emitir sonidos que nos hacer visibles y nos reportan atención y cuidados.<br />
Entonces ¿Qué pasa cuando esa puerta no se abre, o permanece entornada?<br />
O cuando, ni siquiera es una puerta. Cuando no es más que una ventana desde la que ver sin ser oído. Desde la que asomarse a un mundo que no nos escucha, que nos ve y no nos entiende. Que nos mira y no sabe que estamos ahí, ávidos de atravesar ese cristal, deseosos de salir afuera y poder mostrar nuestra propia y particular identidad.<br />
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Hay personas que saben exactamente qué pasa entonces. Como Pablo.<br />
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<a href="http://www.slideshare.net/gabrielperezhernandez94/cuento-de-pablo" target="_blank">El cuento de Pablo y el marciano</a><br />
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Pablo es un niño como todos los demás. Le gusta sentirse seguro. Le gusta que sus padres le quieran. Le gusta tener amigos. Le gusta jugar a la pelota. Le gustan las cosas ricas para comer. Le gusta ser felíz.<br />
<br />
Pero Pablo no puede hablar. Como muchos otros niños autistas el lenguaje es para él esa puerta con las bisagras endurecidas que no se acaba de abrir. Y sus emociones, sus tristezas, sus miedos, sus decepciones, sus alegrías y sus esperanzas se quedan ahí, atascadas esperando a que los demás den con la clave que les permita descifrarlas. No siempre ocurre. Y Pablo espera, detrás del cristal de la ventana a que un día se vuelva más sencillo ser quien es y mostrar su mundo personal, hermoso y brillante, a los demás.<br />
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<a href="http://image.slidesharecdn.com/cuentodepablo-160324154517/95/cuento-de-pablo-1-638.jpg?cb=1458834353" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="Cuento de pablo" border="0" src="http://image.slidesharecdn.com/cuentodepablo-160324154517/95/cuento-de-pablo-1-638.jpg?cb=1458834353" height="320" width="225" /></a>Por eso ha escrito un cuento. Un relato lleno de imaginación en el que sueña con un mundo alternativo en el que no poder hablar no es un impedimento para la amistad. En su imaginación vuela hasta otro planeta para lograr al fin, ese amigo que no le vea solo por fuera y que sepa leerle por dentro sin prejuicios y sin etiquetas.<br />
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Si ese mundo está en Marte, yo quiero ser marciana. Por Pablo y por todos los Pablos que sueñan con volar hasta allí.<br />
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Este es el enlace al cuento de Pablo. A él le gustaría que todo el mundo lo leyera, para que Marte dejase de estar tan lejos. Y para que todos los que creen que detrás de un autismo no hay nada, descubran la riqueza que espera detrás de muchas puertas y ventanas entornadas.<br />
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Me gustaría pediros que difundierais este cuento y me ayudarais a darle toda la difusión posible. Vamos a traernos a Marte a los patios de los colegios, a los parques y a las calles.<br />
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<a href="http://www.slideshare.net/gabrielperezhernandez94/cuento-de-pablo" target="_blank">El cuento de Pablo y el marciano</a><br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2MYyr06NeKnT_zRhtlnxG6MoIY1Y-qxm-VkLSINRuzx6FwSbOV8lBhF-bdU0D_Dj1qQ1HubJUYbtFoH3EhGDY33HWzGsye9FtPpj7H81YG8CjRevS08YAu97boKAj8HaRCLLBAL6xZWc7/s1600/dibujo+Pablo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2MYyr06NeKnT_zRhtlnxG6MoIY1Y-qxm-VkLSINRuzx6FwSbOV8lBhF-bdU0D_Dj1qQ1HubJUYbtFoH3EhGDY33HWzGsye9FtPpj7H81YG8CjRevS08YAu97boKAj8HaRCLLBAL6xZWc7/s400/dibujo+Pablo.jpg" width="283" /></a></div>
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<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-55484334722878279332016-01-31T08:00:00.000-08:002016-02-05T02:38:35.581-08:00La madre biológica. El gran tabú.<img src="http://comics.imakinarium.net/notis/2012/10/121008_rockwell_espejo/rockwell_mirror.jpg" /><br />
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Con siete años mi hija explora el mundo sin cansarse. Es una navegante emocional muy curtida, a pesar de su corta edad. Cada día reflexiona sobre algún aspecto nuevo de sus sentimientos, de los míos, de los de su entorno y saca sus propias conclusiones.<br />
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Ha sido siempre como un scanner viviente del mundo emocional que la rodea. Tiene ese don. Y desde siempre ha sido muy consciente de sus orígenes adoptivos. Desde, quizás, demasiado pronto, sorprendiéndonos a todos con comentarios y preguntas que esperábamos mucho más tarde.<br />
<br />
Ahora hemos dado un paso más.<br />
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La niña siempre ha sabido que su origen biológico no partió de nosotros. Nunca hemos cometido el error de crear una falacia que nos lo hiciera más fácil en algún momento. Pero siempre hemos ido poco a poco, respondiendo a sus preguntas sin irnos más allá de lo que ella demandaba. Sin embargo, a pesar de la transparencia, de que mi hija ve en su cara cada día sus diferencias biológicas con su hermano y con nosotros, sus padres, de las fotos y cuentos que le cuentan la historia de su llegada a la familia, a pesar de todo eso mi hija tiene dudas.<br />
<br />
Ella pasó, como muchos niños adoptados, por la fase en la que quería escuchar que estuvo en mi barriga y no quería oír hablar de su adopción. Quiso jugar a que era un bebé que nacía y llegaba a mis brazos pequeñito, pequeñito, para recrear esos momentos que no compartimos. Quiso oír una y mil veces, cómo la buscamos, cómo la encontramos, cómo la quisimos...que lo nuestro es para siempre. Y aún así...<br />
<br />
¿Os habéis parado a pensar en el poder oculto del lenguaje? La forma de expresar determinadas cosas define mucho del mundo sentimental que subyace tras de él. Mi hija llevaba tiempo diciéndome: "Eres mi mejor mamá". Una frase sencilla. Cabría pensar que el uso del posesivo es solo un pequeño defecto de expresión. Pero no lo es. Hay todo un universo por detrás. Muchas preguntas sin resolver.<br />
<br />
Yo ya había abordado muchas veces con la niña el tema de la madre biológica. Una cuestión inseparable de la historia de mi hija que siempre quise que formase parte de su vocabulario natural, para evitar desgarros cuando tarde o temprano esa expresión y esa idea aparecieran. Sin alardes, sin dramas, sin momentazos. Simplemente se mencionaba de vez en cuando, cuando venía al tema: una conocida embarazada podía ser el desencadenante, por ejemplo.<br />
<br />
Y parecía que estaba claro.<br />
<br />
Pero más allá de nuestros intentos de dar al asunto una forma dulce, la cuestión del abandono es un dolor que tarde o temprano será descubierto y sufrido por nuestros niños. Y con él, las grandes preguntas acerca de la madre primigenia, la biológica, la de la barriga, la que queráis. La que les parió y les puso en el mundo. Y ahí estaba mi niña. Con sus dudas masticadas en su pequeña mente sin atreverse a salir.<br />
<br />
Por fin, el otro día, cuando de nuevo me otorgó el título de "su mejor madre" le pregunté directamente en quién pensaba. Fue el momento de abrirle otra vez las puertas a sus deseos de saber. ¿Porqué, en qué momento, ha llegado ella a la conclusión de que mencionar o preguntar sobre su madre biológica puede no ser adecuado? Quizás en su propio miedo esté la respuesta.<br />
<br />
Miedo a indagar en un dolor que el abandono tatúa en el corazón de nuestros hijos adoptados.<br />
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Unos días más tarde me acordé de que tenía en casa el cuento que escribió <a href="https://mercedesmoyaherrero.wordpress.com/">Mercedes Moya (pincha aquí para conocerla)</a> para explicar la figura de la madre biológica a los niños. Y se lo leí. Y simplemente con ver su cara, ya sabía que cada palabra estaba llegando al lugar preciso al que tenía que llegar.<br />
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La historia es la de un niño que se da cuenta de que tuvo dos madres: una biológica y una adoptiva y el impacto que esta revelación causó en él. Mi hija, que se distrae con facilidad, no perdió ni un detalle. Fue poniendo imágenes a sus dudas y dándole respuesta a cosas que no sabía formular. Al acabar, me pidió que se lo leyese de nuevo. Sonreía y hacía comentarios positivos, demostrando empatía y disfrutando del relato con toda normalidad.<br />
<br />
¿Sabéis cuáles fueron sus palabras al terminar el cuento? Me miró muy seria y, al hilo de lo que decía el cuento, me dijo: "Claro mamá, porque las madres no se cambian. ¿verdad?"."No, mi amor. Tu familia es para siempre". Y se acurrucó a dormir con una sonrisa en la cara.<br />
<a href="https://mercedesmoyaherrero.wordpress.com/2015/11/29/yo-tengo-dos-mamas/">Para conocer el cuento ¿Yo tengo dos mamás? pincha aquí</a><br />
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Sé que hay muchas corrientes de pensamiento sobre este tema en el mundo de la adopción. He de reconocer que yo, antes de tener a mi hija, era bastante fundamentalista al respecto. Decía y creía que su única madre era yo. La que la amaría siempre, sin condición. Y eso era lo que pensaba que debíamos transmitir para crear seguridad en nuestra hija cuando llegase a casa.<br />
<br />
Pero a día de hoy creo que estaba en un tremendo error. Soy la segunda madre que mi hija ha tenido en la vida. Se lo puedo contar de mil maneras diferentes. Camuflarlo bajo palabras preciosas, contarle los cuentos más dulces que oculten la dura realidad. Pero siempre estará ahí. Esperando el momento adecuado para hacerse presente en su vida. Quizá cuando su madurez le enfrente a la situación con más herramientas para descifrar lo que se esconde detrás de las frases tan cuidadosamente construidas. Quizá cuando alguien se lo lance a la cara como un reproche. Quien sabe. Pero el abandono es un hecho inseparable de su historia. Y con él, su madre biológica, la que la creó, la parió y la abandonó (y figo esto sin juicios de valor, como un hecho, con los mil matices de esta acción).<br />
<br />
Cada niño es un mundo, ya lo sabemos. Y cada cuál se enfrenta a la vida como puede. Pero creo que incorporar con naturalidad la figura de la madre biológica al vocabulario, a las conversaciones de nuestros hijos, les puede ir dotando de herramientas para enfrentarse a su realidad cuando sean mayores.<br />
<br />
A mi hija ya le habían dicho en el colegio que yo no era su madre verdadera. Ahora es ella la que explica que tuvo otra madre que la llevó en la barriga pero que, según sus palabras "esta es mi mejor mamá. Mi mamá verdadera y para siempre".<br />
<br />
Quizá exactamente las palabras que ella necesitaba en este momento para sentirse segura.<br />
<br />
¿Qué voy a decir yo? ¿Que me gustaría ser la única? ¿Que me gustaría haber tenido el privilegio de parirla? Pues si. Pero la vida es como es, no como nos gustaría que fuera. Y yo quiero saborearla, así sin perderme ni un trago.<br />
<br />
Ayer, charlando en el coche, en un momento de intimidad sacó de nuevo el tema. Y las dudas, esas que parecía que no existían, salieron a borbotones. Sin pudor ya y sin recelos. Sabiendo que podía contar conmigo también en eso. Hablamos, repasamos, y cuando al final, su necesidad de hablar del tema se sació cambió tranquilamente a otra conversación más trivial.<br />
<br />
Al final del día, cuando se iba a acostar, me dijo.<br />
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"Mamá, tú eres mi única mamá. La mejor mamá del mundo."<br />
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¿Notáis la sutil y brutal diferencia? Yo si. Y ella también.aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-16721103042031194862016-01-27T03:12:00.002-08:002016-01-28T02:05:24.771-08:00APRENDIENDO EN CASA. RECURSOS EN LA RED.Mientras en la sociedad existe un debate acerca de la conveniencia de las tareas escolares y de la cantidad de tiempo y esfuerzo que estas deberían acarrear a los alumnos, los padres de niños con dificultades nos enfrentamos a otro planteamiento diferente: ¿hacemos suficiente por nuestros hijos en el tiempo que pasan con nosotros?<br />
<br />
Mi hija vuelve a casa a la hora de comer. A priori parecería que disponemos de toda la larga tarde para aprovecharla de mil maneras diferentes. Pero la realidad es que cuando tu hija no puede avanzar al ritmo que el colegio impone, te enfrentas a la necesidad de tratar de ayudar en casa. Y eso, muchas veces, a costa del tiempo de juego y de relax que sería el ideal. Desde fuera parece muy sencillo. Las madres no deben ser terapeutas de sus hijos, ni maestras, ni entrenadoras...pero entonces, cuando estos profesionales no están disponibles o su trabajo no tiene suficiente presencia ¿quién se ocuparía de ese tema? La respuesta es sencilla: si se tienen muchos recursos económicos y se vive en el lugar adecuado, y se dispone del tiempo necesario... quizá se pueda conseguir toda la ayuda externa que se precise. En caso contrario, toca ponerse en acción.<br />
<br />
Sobre todo porque hay una corriente de desaprensivos que consideran que los padres de niños con dificultades somos presa fácil para aplicarnos tarifas abusivas por servicios de eficacia poco demostrable. Hace poco localicé a un gabinete de profesionales pedagogos y psicólogos que desarrollan ayudas para dificultades de aprendizaje. ¿Sabéis cuál era su tarifa? 36 euros la hora. Esto traducido, sería, por veinte días al mes (una hora cada tarde) un total de 720 euros. Casi nada. Y me da rabia porque, independientemente de la formación del profesor, no va a dejar de ser una clase particular. Sin más material extra que la encarezca ni otros aditamentos que justifiquen ese precio. Salvo quizás, que la desesperación pueden convertir en buenos clientes a los padres de niños con problemas. Una desvergüenza de la que me encuentro muchos ejemplos a diario.<br />
<br />
Esta necesidad de encontrar ayudas accesibles te convierte en una profesional de la búsqueda de recursos educativos en la red. Programas de desarrollo lector, de matemáticas, métodos y disciplinas alternativos, enfoques pedagógicos distintos... Puede llegar a ser abrumador. Y agotador, os lo aseguro.<br />
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Al final, cuando te enfrentas a la gran cantidad de opciones más o menos adecuadas a tu caso que te encuentras hay que tomar un postura mental de supervivencia: "no sé si lo que intento es lo mejor, pero es lo mejor que tenemos ahora mismo". Lo digo porque a veces, la sensación de que ente tanta oferta puede estar escondida la respuesta a nuestras plegarias, es un poco angustiosa. Y nos puede crear inseguridad ante cada nuevo paso. Sobre todo porque en internet abundan las opciones pero muchas veces, lo que nos encontramos después de intentar algo nuevo, es una decepción: programas que parecen improvisados, sin rigor o sin continuidad.<br />
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Claro que no todo es así. Hay algunas sorpresas que pueden, de pronto, simplificarnos un poco la existencia en este sentido. Hace ya varios meses que descubrí un programa de aprendizaje matemático que se ha convertido en nuestro mejor aliado. Se trata de un sistema llamado Smartick. Lo había oído mencionar a una amiga mía, pero no pensaba que sería adecuado para nosotras. Hasta que llegó el verano, y aprovechando el tiempo libre decidí utilizar la oportunidad de probarlo gratis dos semanas, que ten dan en su web. Y fue una auténtica sorpresa.<br />
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A mi hija le encantó desde el primer momento. Su planteamiento visual, colorido y sencillo, su sistema de recompensas, la posibilidad de manejarlo ella sola desde la tablet...<br />
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Han pasado muchos meses y cada día, sin excepción, mi hija se sienta con su tablet en el regazo, con la misma ilusión que si fuera a jugar a uno de esos juegos que tanto les gustan. Se ha convertido en su rutina favorita a pesar de que es un momento "de estudio".<br />
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Durante tan sólo quince minutos, mi hija resuelve ejercicios matemáticos con tan solo tocar la pantalla. El algoritmo del programa es tan eficiente que es capaz de adaptarse perfectamente a los avances y retrocesos de la niña, retándola sin atropellarla.<br />
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Pero además, el programa ha tenido en cuenta todos los aspectos que un niño necesita para sentirse alentado: es visualmente muy bonito. Con colores y motivos que estimulan y sorprenden a los niños. Bueno y a los más grandes porque llegan hasta sexto de primaria. El otro día, mientras "trabajaba" mi hija se encontró con una torre llena de princesas que contar. Una novedad que le encantó.<br />
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El programa no penaliza pero sin embargo, sí premia. Y los niños van consiguiendo estrellas por sus aciertos. Luego podrán cambiarlas por ropa para su avatar, un muñeco virtual que ellos mismos diseñan y al que visten y modifican a su gusto. Ese es el premio diario a su trabajo, no importa si les salió bien o mal. El esfuerzo tiene siempre su recompensa en Smartick. Un aliciente que a mi pequeña le sirvió para, digamos, entrar en materia, pero que ahora mismo ha pasado a segundo plano. Lo hace con gusto y con la satisfacción de sentirse cómoda y de conseguir cada día un reto más.<br />
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Os parecerá quizá una cosa menor, pero para mi, siempre en la brega en este tema, encontrar un aliado como este programa ha sido un descanso muy importante. No sé quién ha diseñado el programa, la verdad, pero se ha ganado toda mi admiración. De hecho, cuenta con varios premios como reconocimiento a su valor.<br />
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Y por eso quería compartirlo con vosotras. Es el ejemplo perfecto de que estudiar no tiene que ser nunca sinónimo de pasarlo mal sino más bien, todo lo contrario.<br />
El desarrollo del pensamiento lógico unido al crecimiento de la mente matemática, por decirlo así, es claro. Aprender a pensar parece algo que ocurre automáticamente, pero la realidad es que organizar el pensamiento, ordenar de forma secuenciada la información que recibimos o queremos emitir, discriminar categorías de objetos y muchos otros conceptos requieren una visión matemática de la vida.<br />
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Por ello, os recomiendo que probéis este sistema con vuestro niños, sobre todo si están teniendo algún problema de aprendizaje. Para mí es un aliado. Un gran apoyo que además hace a mi hija observar sus avances con optimismo. Os pongo el enlace, para que podáis verlo. Espero que a vosotros también os sirva y que ayude a vuestros niños como está ayudando a mi pequeña.<br />
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<a href="http://www.smartick.es/r/61979">Ver Smartick pinchando aquí</a><br />
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-66727833552016213612015-11-11T10:12:00.000-08:002015-11-11T10:12:04.078-08:00LA EMPATÍA Y LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS<div>
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Educar es una tarea de titanes. A veces, de tanto repetir las mismas cosas nos sentimos un poco como aquel Sísifo, condenado a empujar la pesada misma piedra por la misma inclinada colina...eternamente. Parece que no avanzamos. Que el camino recorrido se vuelve atrás y comenzamos cada vez desde el mismo punto de partida. <div>
Y eso puede resultar agotador.</div>
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Sobre todo, porque para ser eficientes educando, tenemos que tener antes que nada, nuestro propio control emocional perfectamente estructurado. O hablando en términos más caseros: no perder los nervios cuando las cosas se ponen peliagudas.</div>
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Casi nada. </div>
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Todas tenemos en la mente esa imagen ideal de la madre paciente, de teleserie, que aborda con una sonrisa, una fina ironía y en el peor de los casos, un leve fruncimiento de entrecejo, los avatares de la relación paterno-filial. Pero tengo que decir algo en relación a esa imagen tan ideal: que es eso, simplemente una imagen de teleserie. Nada que ver con la realidad.</div>
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Cuando las cosas se ponen difíciles, nuestras propias emociones se ponen al frente de la situación en numerosas ocasiones transformándolas en un muro que nos impide acercarnos al momento de una manera eficiente. Evita que podamos recurrir a una de las herramientas más eficaces e importantes para educar: la empatía.</div>
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<img src="http://www.cun.es/.imaging/dmsChain/dms/cun/imagen/istock/nina-miedo-madre-consuela.jpg" /></div>
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Pongámonos en el caso. Los berrinches son uno de esos momentos desesperantes que muchas madres y padres vivimos recurrentemente. Hay niños que nunca los tienen: una rara bendición. Pero hay mucho otros que son, permitidme la broma, profesionales de los mismos. Y ante un niño que grita y patalea sin control, a veces durante horas, son pocos los adultos que consiguen mantenerse impasibles.</div>
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Unos padres que tratan de sobrevivir a un berrinche de grado diez estarán como poco irritados, angustiados y, en el caso de que el espectáculo se organice en un lugar público. avergonzados y presionados por la mirada ajena (los supermercados son infalibles catalizadores de berrinches). Y en este estado ¿cómo encontar la escucha activa y atenta que la empatía requiere para activar sus maravillosos mecanismos?</div>
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Otro día os contaré la receta para momentos de berrinche, pero hoy os diré que simplemente, se trata de entender lo que está causando el malestar a nuestro hijo: aunque nos parezca una tontería, un capricho egoísta o cualquier otra emoción más o menos negativa. Se trata de escuchar y atender positivamente. Esto no quiere decir dar la razón o alentar, sino entender. Y hacer ver al niño angustiado, irritado o furioso, que lo entendemos y damos valor a sus sentimientos. Esto últimos es primordial: lo peor que se le puede decir a un niño angustiado es "por esa tontería no se llora", por ejemplo. Si se siente mal, se siente mal y atendemos ese malestar emocional de forma positiva por absurda que nos pueda parecer la causa. Y sin dejárselo entrever. Muchas veces no es fácil: si lloran porque se les ha partido una galleta, les consolaremos entendiendo, pero no alentando, el sentimiento.Y sobre todo ¡no acabaremos pegándola con celo! </div>
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Es una comunicación mágica. No es la cura de los males desde luego: hay que trabajar después en cada situación, pero es el paso que permite acceder al mundo emocional del niño alterado. Un paso imprescindible para avanzar.</div>
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<span style="color: magenta;">UN EJEMPLO PRÁCTICO</span></div>
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En el colegio de mi hija hay una niña que constantemente está causando problemas. Peleas con otros alumnos, insultos, desafíos a los profesores...la niña solo tiene seis años. En mi casa, su nombre se convirtió el curso pasado en una presencia permanente. Ella era la protagonista de las historias que mi hija contaba del colegio. Historias en las que ella siempre era la sufridora. Sus comentarios eran tan malintencionados que consiguió incluso una regresión en mi hija que se llenó de miedos y de inseguridades. Reuniones en el colegio, intervenciones de la orientadora, psicólogos escolares...pero el curso pasó sin cambios en ese sentido.</div>
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Os confieso que hubo momentos en que sentí que esa niña era el enemigo. Un enemigo con capacidad para hacer daño, del que no sabía cómo defender a mi hija. Pero... es solamente una niña de seis años. Perdida en su propio laberinto emocional.</div>
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Así que, este año, decidí intentar darle la vuelta a la tortilla. Comencé acercándome a ella por las mañanas, en la fila, sonriéndole y haciéndole algún comentario amable. Al principio reaccionó sorprendida y desconfiada. Pero en dos días, su sonrisa empezó a ser habitual. Yo, cada vez que la veo, le digo la suerte que tenemos de que en la clase haya una niña tan fuerte y tan alta (es mucho más grande que los demás) en la clase. Que así podrá cuidar a los más pequeños, especialmente a mi hija que está, le dije, encantada de que sea su compañera. (no veais la cara de mi hija cuando lo oyó la primera vez. Después, se identificó con la idea y ella misma comenzó a cambiar),</div>
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Un día, le dije que teníamos muchas ganas de invitarla a merendar. Si hubiérais visto el brillo de esos ojitos. ¿Su respuesta?: A mi mamá lo que le gusta es el té ¿tú puedes hacerle un té?</div>
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Unos días más tarde, en la puerta del aula, cuando llegamos nos esperaban ella y la maestra. Al parecer el día anterior habían discutido por unas tijeras y la maestra quería que se disculpara con mi hija. La niña no quería. La maestra de pedagogía terapeútica trataba de ayudar instándola a pedir perdón, pero la niña se negaba. Mi hija, atrapada y sorprendida, mochila al hombro aún, decía sin que nadie la escuchase que ella ya la había perdonado. </div>
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La niña cerraba los ojos tratando de escapar de la situación. La profesora le decía que eso no le iba a salvar de pedir disculpas. Y ella negándose en rotundo a hacerlo se bloqueaba cada vez más.</div>
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¿Qué se podía hacer? Empatizar. Simplemente.</div>
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- Estás muy triste ¿verdad?</div>
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-Si...</div>
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-¿Te sientes muy mal por lo que hiciste y no quieres hablar de ello...?</div>
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-Si...</div>
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-No pasa nada. A todos nos salen mal las cosas algunas veces. Nos enfadamos demasiado y molestamos a los demás. A los mayores también nos pasa. Pero luego, cuando nos damos cuenta, nos disculpamos y ya está. Tú eres una niña buena, pero te salieron las cosas un poquito mal ayer¿verdad?</div>
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-Siii . Perdón (suavecito y sincero). - Y se abrazaron."</div>
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No sé cómo fue ese día para las dos niñas, pero seguro que más sencillo que si hubiera comenzado con un castigo y una niña llorando y culpando a la otra de su disgusto. </div>
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aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-85767737273047411652015-11-10T06:29:00.001-08:002015-11-10T06:29:35.717-08:00NUEVO SERVICIO DE APOYO A LAS FAMILIAS ADOPTANTES EN TENERIFEDurante años he hablado de lo abandonados que podemos sentirnos los padres adoptivos ante las dificultades que aparecen en numerosas ocasiones con nuestros hijos. La institucionalización es como un flotador que recoge a los pequeños que flotan en el proceloso mar del abandono; el físico, el emocional, ambos...Pero ese flotador es áspero y duro. Y deja heridas. Algunas de ellas profundas, como ya sabemos bien.<br />
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Nuestras vidas están sometidas al escrutinio de las autoridades. Nos sentimos juzgados y vigilados y debemos soportar la invasión ajena en la intimidad más profunda de nuestras relaciones familiares. Y la queja común siempre es la misma: ¿para qué tanta intromisión si no existe una respuesta adecuada a las dificultades?<br />
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Pero de repente, ayer, ocurrió algo que me pareció asombroso. Cuando sonó el teléfono y alguien al otro lado se presentó como un funcionario de Asuntos Sociales, pensé que de nuevo, iban a requerirme algún documento o informe relativo a nuestra marcha familiar. Me equivocaba. Se está poniendo en marcha un servicio de acompañamiento y ayuda a las familias adoptantes en Tenerife, mi comunidad y me llamaban para informare directamente de ello y para invitarme a utilizar sus recursos.<br />
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No os imagináis cómo me sentí. Aún a la espera de saber cómo funcionará el servicio, en qué se concretará la ayuda y si responderá a las necesidades reales, me sentí como una niña el día de reyes, sentada ante la caja de regalo empaquetada en la que cree que encontrará un deseo largo tiempo esperado.<br />
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Es como agua en el desierto. De pronto, tras la gris y dura fachada del organismo oficial, se asoman las ideas y los proyectos de personas que realmente apuestan por mejorar las cosas. Y en mi caso particular, navegando entre terapias, proyectos de apoyo y un esfuerzo permanente por construir para mi hija una vida mejor, una ayuda inesperada, gratuita y ofrecida de forma generosa se convierte en una luz. Y mientras averiguamos cuánto calor podrá darnos, disfrutaremos de la esperanza que emana de ella. Quiero creer que las cosas pueden cambiar, creer en las personas que están detrás de la burocracia y creer que un día, miraremos atrás y nos asombraremos de lo que hemos avanzado.<br />
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Sé que hay comunidades que no disponen de apoyos ni ayudas, igual que la nuestra hasta el momento. Pero creo, que hay que pedir, solicitar y presionar sin descanso hasta que nuestras quejas y proposiciones lleguen hasta alguien que crea que es posible. Solicitar reuniones con los directores de área, exponer ideas y quejas. Nos os sintáis nunca demasiado pequeñas para intentar cambios. Yo misma lo hice y quizás mi granito, mi petición, sirviera de algo.<br />
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Cuando los niños y sus familias comienzan su recorrido juntos, es importante saber que las dificultades pueden aparecer y que eso forma parte de la normalidad. Que no es una rareza y que nuestro hijo no es peor que los demás, ni nosotros, peores que los otros padres. Y por ende, es imprescindible conocer que existe una manera de avanzar aprendiendo, con ayuda, a sortear, enfrentar y superar esas dificultades.<br />
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Hay que dejar de vivir la adopción creyendo que hay que ser superpadres que pueden con todo por sí mismos. Dejar de sentir que necesitar ayuda es una muestra de fracaso o de incapacidad personal. Que existan organismos de apoyo que estén disponibles "de oficio", que acompañen con normalidad y de forma constante evitaría quizás algunas de las dolorosas adopciones truncadas que tantas víctimas dejan tras de sí. Y mucho sufrimiento también. Porque hay pocas cosas más dolorosas que sufrir en abandono un problema que podría mejorar de contar con la ayuda adecuada.<br />
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-61991081532616217072015-10-15T04:00:00.000-07:002015-10-15T04:01:04.803-07:00La medida de un niño.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPqaWv3SoAnQaZD7tDolXjW9sxGLZ6SF1_onSj4IaPathjBxK4OdBwkxRMBg9XUz1ZI2oORJsnsHiqwxjyy1kV41JySWyOSWUgM77bLP-yHugnLRO73f0nPNmEGGj1Ty3UYD9lEgzG4xiY/s1600/zapatosgrandes.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPqaWv3SoAnQaZD7tDolXjW9sxGLZ6SF1_onSj4IaPathjBxK4OdBwkxRMBg9XUz1ZI2oORJsnsHiqwxjyy1kV41JySWyOSWUgM77bLP-yHugnLRO73f0nPNmEGGj1Ty3UYD9lEgzG4xiY/s400/zapatosgrandes.jpg" width="400" /></a></div>
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Siempre digo que para mi los años comienzan en septiembre. Primero, porque durante muchos años era el principio de mis propios retos como estudiante. Y ahora, porque es cuando mis hijos se ponen también en marcha, respecto a sus cursos escolares. Y por eso, es el momento de ordenarse mentalmente para afrontar los nueve meses de recorrido de la mejor manera posible.</div>
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Recuerdo cuando mi hijo mayor empezó el colegio. De pronto, mi pequeño que, hasta ese momento había sido, por decirlo así, solo mío, empezó a ser además, de la vida. Parece una tontería, dicho así, pero no lo es. Cuando los niños entran en el colegio, aparecen en su vida personas con autoridad para decidir sobre ellos en muchos aspectos. De pronto, dejas de saber todo lo que pasa en su día a día y comienza a forjarse un espacio privado en el que los niños crecen y aprenden fuera de la sombra materna. Es lo adecuado. Pero, si no han ido a guardería en cuyo caso ya se habrá vivido esto anteriormente, hay que hacer un proceso importante de delegación. Y para hacerlo bien y que esto funciones hay que tener una clave, una herramienta imprescindible: la confianza.</div>
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Hay que confiar en los profesionales que están a cargo de la educación de nuestros hijos. Hay que confiar en el sistema que los coloca ahí. Hay que confiar en que todo es como debería ser. Y no siempre es sencillo. Porque, lamentable y aterradoramente, no siempre el sistema funciona como debería.</div>
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Cuando nuestros hijos no tienen dificultades encajan suavemente en el mecanismo escolar. Normalmente pasan por los cursos afrontando las posibles dificultades con sus propias armas y nuestro respaldo. Es simple. Solo hay que acompañarles y escucharles atentamente para que todo vaya bien.</div>
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Pero cuando nuestros niños no son la pieza exacta que el engranaje requiere, empiezan los problemas. Mi pequeña y yo sabemos mucho de eso. Y a base de disgustos y peleas he aprendido algo que quisiera compartir, para que sirva de ayuda si es necesario.</div>
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Cuando mi niña enfermó, con tres años y medio, empezó "el baile". Enferma o no, acudía a clase como los demás. Faltaba mucho, claro, pero se debía ajustar a los protocolos como un niño más. El curso acabó, pero nuestro periplo acababa de empezar.</div>
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No voy a hablar de nuevo de todo lo que sucedió, pero cuando llegó septiembre y el curso comenzaba otra vez, mi hija ya no era la misma. Sometida a un tratamiento de corticoterapia brutal, acudía al colegio cada día, arrastrándose detrás de un horario que se le quedaba graaaande. Y yo, me pasé el año quejándome a la directora, a la tutora, a la profesora, a todo el que me prestase atención...Decía que para la niña eran demasiadas horas, que estaba muy cansada, que era un sufrimiento para ella demasiado grande...¿La respuesta? Se encogían de hombros. Era algo irremediable y había que aguantarse. Mi hija faltaba mucho, claro. Había que tratar de darle un respiro, pero era muy difícil.</div>
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En los médicos era parecido. La niña estaba muy irritable, impaciente, con tremendos cambios de humor. En el colegio esto, no podía ser se otra manera, le acarreaba problemas de relación con compañeros y profesores. Y de nuevo, encogimientos de hombros. Yo sospechaba que era el tratamiento, pero nadie "se mojaba" y las cosas iban quedando así, en el limbo de lo irremediable.</div>
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Os aseguro que no soy una persona que se conforma. Ni que abandona jamás una batalla. Pero aún así, no conseguía que nadie determinase nada en favor de mi niña.</div>
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Han pasado tres largos años. Tres años que paradójicamente, han volado. Mi niña ya no toma corticoides y su comportamiento ha mejorado ostensiblemente. Resulta que un tratamiento agresivo con cortisona puede incluso producir psicosis. ¡Qué sorpresa! O más bien, no. Y ¿sabéis? Aunque saber eso no hubiera cambiado lo que mi hija y nosotros, sus padres y su hermano, pasamos, os aseguro que lo hubiera vuelto más sencillo. Comprender el porqué de las cosas siempre ayuda a posicionarse y reaccionar con cordura.</div>
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Pero a lo que iba... porque hoy de lo que quiero hablar es de nuevo del entorno escolar.</div>
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Tras todo este tiempo de aguantar como algo irremediable la situación descubrí como suele pasar, de manera casual, que las cosas podían ser de otra manera. La escuela, me vais a permitir la generalización aunque soy consciente de que hay honrosas excepciones, no suele estar abierta a cambios que supongan diferenciaciones entre alumnos. Lo que mejor funciona desde el punto de vista de la institución es la homogeneidad. Lo entiendo. He trabajado con niños. Pero detrás de ese muro aparentemente infranqueable se esconden muchas otras posibilidades. </div>
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Mi hija se dormía en clase a diario. Extenuada, caía sobre la mesa. Sus compañeros cuando se daban cuenta corrían a quitarle las gafas para que no se las clavase. Así podía permanecer una hora o más. Al despertar, se le habían dormido las manos porque sobre ellas apoyaba la carita. Cuando yo la recogía, de mi pequeña quedaba solo un recuerdo. La persona que salía, arrastrándose, del aula era una versión muy distinta de la que entraba. Agotada, con mal cuerpo y peor humor. Enfadada y desubicada llegaba a mí sin ganas de nada. Ni de hablar, ni de andar, ni de comer...este último aspecto empeoraba con el paso del curso, convirtiéndose en un problema de bastante envergadura. </div>
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Pero este año las cosas han cambiado. Con siete años, he logrado para mi hija una reducción de horario. Previo informe médico, el colegio ha solicitado este cambio a la inspección. Ha sido algo sencillo. Sorprendentemente sencillo. Ahora sale antes del colegio, a tiempo para comer en casa y acostarse en su cama a descansar. </div>
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Y estoy contenta. Pero además estoy enfadada. Enfadada por todos los años de sufrimiento que mi hija y yo hemos padecido. Enfadada con los médicos que no recomendaron esa medida a tiempo; enfadada con el colegio, que no fue capaz de indicarme que esa posibilidad existía y me dejaron creer que no tenía más remedio que soportar; y enfadada conmigo misma por no haber plantado batalla antes, por no haber sabido ver antes lo que había que hacer. </div>
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Mi hija está enferma y aún así, el sistema la ha atropellado miserablemente esperando a que una madre, abrumada por las circunstancias, encontrase ella sola el camino. Pero ¿y qué ocurre con otros niños que, por otros motivos también son atropellados?</div>
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Por ejemplo, los pequeños recién llegados a sus familias de adopción, tratando de acostumbrarse a su nueva vida, que son escolarizados según su edad, sin tener en cuenta nada más. Es una brutalidad y una falta de sensibilidad que simplemente mira, como siempre, por el interés de la institución que debe seguir rodando sin detenerse. Nadie, espontáneamente, va a hacer un informe recomendando el atraso de la escolarización o la incorporación paulatina, o la adaptación curricular... Pero los padres, observadores de las necesidades reales de sus hijos, pueden buscar el respaldo profesional que les avale ante los colegios y tratar de conseguir lo que realmente, sea más adecuado, más sano y más respetuoso con los niños. Un poco más a su medida.</div>
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aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-25531848324329843292015-10-09T03:56:00.000-07:002015-10-09T03:56:17.855-07:00¿Cuándo acaba la infancia? <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgc5qJRnDWUuOALj-UgMoi5XYOL2DEp7sHJC_mIL0X3yBXWDn_gE8TTdHvP6XeCJZQWAIvugO7IibVXN095QrqbKfx0NUN7csG_CATe_qovJzuCCIVNb_UG8iF2Pioy3j25Yr8EWi6VUAkP/s1600/tarea-escolar.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgc5qJRnDWUuOALj-UgMoi5XYOL2DEp7sHJC_mIL0X3yBXWDn_gE8TTdHvP6XeCJZQWAIvugO7IibVXN095QrqbKfx0NUN7csG_CATe_qovJzuCCIVNb_UG8iF2Pioy3j25Yr8EWi6VUAkP/s1600/tarea-escolar.jpeg" /></a></div>
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Ya hemos arrancado de nuevo. La vuelta al cole es como poner un trailer en marcha...empujándolo. Lo más difícil es que comience a rodar; luego todo es más sencillo.<br />
El tiempo que vuela desesperadamente nos ha dado otro empujoncito y mi hijo mayor empieza ya su primer curso de ESO. El instituto. Aunque ahora, con la nueva ley que decidió que con once años ya están creciditos para abandonar el refugio de un colegio para niños, salen al mundo casi sin hacer. De pronto, deben dejar de ser niños para convertirse en adultos en rodaje.<br />
No comprendo esta prisa que empuja a los niños a dejar de serlo cada vez más pronto. La madurez debe llegar suavemente, como el color a un melocotón que madura en el árbol. No, como esa fruta arrancada antes de tiempo que llega verde a nuestros fruteros. Once años es la edad del descubrimiento. De ir viendo poco a poco como la vida se llena de matices que antes no veíamos. Sin apuros, sin tener que demostrar que de repente, estamos listos para afrontar retos demasiado duros. Sin perder la alegría de la inconsciencia infantil, del luego libre, de la incomparable posibilidad de perder un poco el tiempo, de hacer el tonto con los amigos sin trascendencia alguna...<br />
Y sin embargo, arrastramos a nuestros pequeños hombrecitos o mujercitas, a un mundo que sin previo aviso, se vuelve más duro y más exigente. Demasiado.<br />
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Es verdad que hay que ir aprendiendo responsabilidad, que crecer implica algunas renuncias, que la vida es una batalla en la que hay que ir aprendiendo las diferentes estrategias que necesitaremos para salir adelante en ella. Pero hay un tiempo maravilloso e irrepetible que no se puede dejar pasar sin ser conscientes de él. Cuando era una niña, mi hermano, un año mayor que yo, me regaló una vez un póster que decía: <i>La infancia es un lugar sin tiempo, donde los minutos no cuentan y las horas pasan, dulcemente, compartiendo las cosas más simples. </i><br />
Así es. Simple y sencillamente. La infancia es el momento de construcción de la capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Una capacidad que definirá en el futuro nuestra capacidad para ser felices.<br />
Mi hijo es feliz. Su capacidad de adaptación es enorme y su flexibilidad mental también. Quizá porque hasta ahora, su vida ha sido libre y cómoda. Sin demasiadas normas, con mucho tiempo para jugar y compartir con amigos. Con largas horas juntos, disfrutando de nuestra intimidad especial y maravillosa. Su paso al instituto ha supuesto para él un paso hacia la vida adulta que se le antoja como algo atractivo e irresistible. Es precioso verle convertirse en el hombre que un día será.<br />
Pero desde fuera, veo su jornada interminable. Largas horas de clase que parecen quedarse cortas porque se prolongan con tareas que requieren horas y horas de dedicación al llegar a casa.<br />
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Y mi pregunta al aire es...¿en qué parte de la programación de los cursos se tiene en cuenta la necesidad de un niño de jugar? ¿De decidir qué hacer con su tiempo sin alguien que se lo dirija expresamente? En todos esos estudios modernos que teóricamente analizan el desarrollo emocional y lo tienen en cuenta ¿de qué manera es compatible un planteamiento en el que todo el tiempo de vigilia de un niño se dedica a la instrucción académica con la idea de que la inteligencia emocional y el bienestar psicológico de un niño son tan importantes como su formación escolar?<br />
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Mi hijo es un buen estudiante. Tiene el privilegio de una mente rápida, un cerebro brillante y ávido de aprender. Y sin embargo...cuando veo sus ojeras y su carita cansada; cuando me pide que le acompañe un ratito en la cama porque apenas nos vemos...cuando le veo aún tan pequeño con sus once años me pregunto en qué momento hemos olvidado que la infancia nunca vuelve y que con once años, diga lo que digan los sucesivos planes de educación que nos regalan los gobiernos, aún no eres nada más y nada menos que un niño.<br />
Igual que todos los miles le pequeños que, como él, se esfuerzan a diario en cumplir los retos que los adultos les ponemos. Nuestros pequeños niños sin tiempo.<br />
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-13991876842587676532015-04-21T09:49:00.004-07:002015-05-14T09:25:40.111-07:00EL BUEN COMPORTAMIENTO <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeZlLIOADdiy_FIx0HXUWYWe7d8NjL-wchQjHVElOjhZ88Uac3vHs73ZZpVJtOrtcnXwKyhknPZz0ZjOCqLduyFopjiFzkKRy5TBE4Dahc9NrvcZ4J8qjRh72xyI7sfW5oVY70tK-o-yGb/s1600/thGRU0ID7R.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeZlLIOADdiy_FIx0HXUWYWe7d8NjL-wchQjHVElOjhZ88Uac3vHs73ZZpVJtOrtcnXwKyhknPZz0ZjOCqLduyFopjiFzkKRy5TBE4Dahc9NrvcZ4J8qjRh72xyI7sfW5oVY70tK-o-yGb/s320/thGRU0ID7R.jpg" /></a></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">A veces, cuando vuelvo a casa del trabajo, me doy cuenta de que, inconscientemente mi actitud mental va cambiando. Paso del modo profesional al modo doméstico. O lo que es lo mismo: de la estructurada rutina laboral, de la previsibilidad a la incertidumbre. Es lo que yo denomino "el modo batalla". </span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
El modo batalla incluye varios aspectos: la batalla con el desorden que invade el territorio infantil, la batalla con las coladas que tienden inevitablemente, a la expansión, la batalla con las exigencias que el reloj impone bajo la amenaza del siguiente día de cole...Pero sobre todo y fundamentalmente, la batalla con las explosiones inesperadas con las que a veces, el proceso se va viendo salpicado.
</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sacar adelante las obligaciones que rodean a los niños tiene un alto grado de imprevisibilidad. A veces, nuestros buenos propósitos e intenciones se ven repentinamente desarmados por la oposición de los niños que, personas con sus propias ideas y planes, pueden no estar para nada por la labor de seguir nuestras indicaciones.
Esto es lo normal en una casa con niños. A nadie le gusta que interrumpan su actividad con órdenes o indicaciones por amables que sean. A los pequeños tampoco, claro. Pero hay niños a los que les resulta mucho más difícil participar de este tiempo en el que mamá o papá dirigen los aconteciemientos. Y aparece el mal comportamiento. </span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
El mal comportamiento es normal. Es una parte más del desarrollo y evoluciona con el crecimiento de los niños. Eso lo sabemos todos. Pero lo que no solemos tener es un enfoque más específico del tema. Un abordaje que en psicología sí se tiene en cuenta y que da respuesta a muchas de las incógnitas de los padres enfrentados a un niño que se comporta mal: El comportamiento es un proceso cognitivo más.
Es decir, igual que cualquier otro proceso cognitivo no se ejecuta solo de manera voluntaria sino que guarda, tras él, una seride de desarrollos necesarios e imprescindibles de otras áreas relacionadas. Muy frecuentemente damos explicación a los malos comportamientos de maneras popularmente muy extendidas: "está tratando de manipularte", "lo que quiere es llamar la atención", "es muy tozudo y no da su brazo a torcer", "no lo hace porque no quiere, simplemente"... Seguramente en todas ellas se puede encontrar alguna verdad en ocasiones. Pero no siempre. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
Por ejemplo: hay veces en que un niño repite recurrentemente un comportamiento que le perjudica notablemente. Es decir, se encuentra una y otra vez con una consecuencia del mismo en forma de castigo, por ejemplo. Un momento que vive de forma muy negativa y que no le deja indiferente. Y, sin embargo, continua repitiendo esa acción o actitud. ¿Qué pasa ahí? El aprendizaje está hecho, ha vivido la consecuencia a sus actos pero no por ello deja de meterse, sigamos, en ese berenjenal.
Los padres suelen quedarse perplejos. Y ahí vienen las frases de rigor: "no lo hace bien porque no le da la gana. Te está desafiando". No tiene porqué ser así. En muchas ocasiones, la memoria ejecutiva está aún sin terminar de desarrollar, tiene deficiencias y no es capaz de poner en primer término las consecuencias que se producirán después de la acción. Es una cuestión de desarrollo cognitivo. </span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
</span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitoQsqXluYXeQFVfnxk0v3iX0MREEO4uNcX2mdpEluwi3xwQRJHC3DVE82NSSHR04eKAn48S6ZXoTX6cQ5WzUSEi26O8YSEjY25SfQdIBGP7MdW2yGd0ypiwrm7q9GWQUiMlo64MruoS6g/s1600/libros-02-Malo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitoQsqXluYXeQFVfnxk0v3iX0MREEO4uNcX2mdpEluwi3xwQRJHC3DVE82NSSHR04eKAn48S6ZXoTX6cQ5WzUSEi26O8YSEjY25SfQdIBGP7MdW2yGd0ypiwrm7q9GWQUiMlo64MruoS6g/s320/libros-02-Malo.jpg" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Es solo un ejemplo. Pero ilustra un hecho general. Detrás de muchos de los comportamientos de nuestros hijos hay que buscar un origen cognitivo. O por decirlo de otra manera, una justificación más ligada al desarrollo de esas competencias.
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carlos, cada vez que tiene que apagar la tele para ir a ducharse consigue meterse en un lío. Parece sordo. No obedece nunca a la primera...ni a la segunda o la tercera. Y siempre acaba castigado y llorando. Luego llega el momento del arrepentimiento y de pedir perdón. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">¿Qué pasa ahí? Pues, en el enfoque que estamos tratando ahora mismo, se trataría de la dificultad que tiene Carlos para cambiar rápidamente de actividad. Una forma de abordar el tema más adecuada sería la de ir dando avisos pacientes y firmes al niño, para que pudiera ir haciendo suya la nueva situación.
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Observar atentamente a nuestros hijos en sus malos momentos puede darnos las claves para entender qué está pasando en esas situaciones que no podemos entender y que tanto nos disgustan.
A Loreto, salir a pasar el día con sus hijos fuera de casa le resultaba cada vez más angustioso. La niña pequeña, de cinco años, hacía de cada salida una exhibición de mal comportamiento. La familia sentía que la niña estropeaba cada situación especial con sus lloros, sus berrinches y sus desafíos constantes. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero mirando detenidamente, lo que había detrás de ese comportamiento disruptivo, lo que había era mucho más que mala voluntad: a la niña se le quedaban grandes los entornos llenos de desconocidos, los ruidos ambientales y sobre todo, los paseos en los que perdía la noción segura de dónde estaban y a dónde exactamente iban. Su inmadurez cognitiva en esos terrenos se volvía inmadurez conductual.
Puede pareceer que es lo mismo, ya que el resultado del tema es igual. Pero creo que hay una enorme diferencia. Es mucho más fácil enfrentar y tratar de atajar un comportamiento inadecuado cuando se elimina de la ecuación la voluntade de llevarlo a cabo del niño. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">O dicho más claramente: si no pensamos que el niños hace las cosas mal a propósito, o al revés, que no las hace bien de forma premeditada, desaparece de la ecuación la sensación de desafío que pone a los padres en guardia.
Cuando consideramos que nuestros niños están atrapados en un determinado tipo de comportamiento por carecer de las herramientas personales adecuadas para evitarlo, podremos empatizar con ellos y ayudarles a aprender el camino correcto para gestionar esa situación.
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
Los pasos para poder llegar a esto son sencillos y claros:
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
1-Empatizar con el sentimiento que invade al niño en ese momento:
"Veo que estás muy nervioso porque crees que te va a costar mucho recoger los juguetes"
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
2-Ponerle nombre a lo que está sintiendo para enseñarle a ir identificando emociones lo que le permitirá compartirlas más adelante y manejarlas mejor:
"Es un poco angustioso cuando se tiene una tarea tan difícil por delante ¿verdad?"
</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
3-Buscar una solución conjunta en la que el niño ofrezca su propia solución y en la que se vea voluntad de ayudar, escucha atenta y sobre todo, en la que las dos partes puedan ceder en parte.
</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
"-¿Qué podemos hacer?
-¿Me ayudas?
-Vale. Yo recojo los muñecos y tú te ocupas de los legos. ¿de acuerdo?"
</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
Hay que ceder terreno para ganar espacio de comunicación. Y aprender una forma de relacionarse en la que lo que prima no es la imposición sino la empatía. Se tarda un poco más aparentemente, pero en la práctica es más rápido, porque evitamos todo ese tiempo perdido en el tira y afloja, reivindicamos nuestro papel director y nos afianzamos como figuras de confianza. Y sobre todo, ayudamos a nuestros hijos a aprender a enfrentarse a la situación protagonizándola y saliendo de ella con su autoestima intacta. Y de paso, nos regalamos un ratito más de armonía famililar.
¿No vale la pena?
</span></div>
aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-79689302744136059232015-04-14T09:24:00.001-07:002015-04-14T09:27:36.315-07:00CELOS CELOS CELOS<br />
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No importa el planteamiento previo. Ni las previsiones anticipadas. Ni la buena voluntad-intenciones-propósitos que se dediquen a priori. La llegada de un nuevo hermano a la casa es una debacle emocional para el veterano.<br />
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Es cierto que, como en todo, hay caracteres y caracteres. Y que, también es cierto, hay edades y edades. Y que no todo los casos son exactamente iguales. Pero también lo es que los celos son inherentes a la inseguridad y que hacer sitio en tu vida para un competidor directo, no es nada sencillo.<br />
<br />
Cuando los hermanos llegan, los niños que esperan suelen estar arropados en el proceso, por una serie de sentimientos e ilusiones que giran alrededor de perspectivas muy atractivas. Los pequeños, tanto si sus padres esperan un hijo biológico, como si están adoptando, viven escuchando a sus mayores hablar de lo estupendo que será ese momento. Tendrán alguien con quien jugar, serán hermanos mayores, podrán cuidarle y le querrán mucho.<br />
<br />
A veces, también reciben otro mensaje mucho menos tranquilizador, que no acaban de entender muy bien, en medio de un panorama tan apetecible: “Mamá y papá no van a quererte menos cuando llegue el hermanito o la hermanita. Aunque tengamos menos tiempo para ti, seguirás siendo nuestro niñito querido para siempre.” Esto siempre se dice con una intención positiva, tratando de preparar a los niños para lo que nosotros prevemos que va a suceder. Pero el mensaje que reciben es bien distinto. Sin acabar de entender porqué, ellos empiezan a percibir una amenaza escondida tras la deseada llegada. Y los nervios empiezan a nacer, poniendo sus pequeñas y perniciosas larvas en la mente de los niños que observan como las cosas, de forma sediciosa, van cambiando a su alrededor.<br />
<br />
Sin embargo, generalmente, el sentimiento que sigue dominando es el de excitación. Y la ilusión. Como si el gran acontecimiento que se avecina fuera como un nuevo día de Reyes especial para ellos. Los pequeños, acostumbrados en buena medida a que la vida se mueva a su alrededor, se organice en torno a ellos, esperan el gran día con emoción protagonista.<br />
<br />
Y llega el momento. Los acontecimientos se precipitan y ellos están en segunda fila, esperando con más o menos ansiedad que todo cobre sentido. Nerviosos, expectantes...<br />
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<Cuando un niño conoce por primera vez a su hermano o hermana es uno de los momentos más emocionantes que se pueden contemplar. Aunque cada niño lo vive a su personal manera, la sensación de arrobamiento suele ser generalizada. Un momento que conviene atesorar para los tiempos que quedan por llegar.<br />
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Vamos a imaginarnos el mejor de los escenarios: unos padres atentos que saben dar atención a los dos hijos, que conservan tiempo en exclusiva para los dos, que no han dejado que la vida se vuelva demasiado diferente para el primogénito. Los padres se desviven por demostrar que siguen amando incondicionalmente a su hijo y sin embargo, los celos aparecen, a veces subrepticiamente y se dejan sentir con todo su peso.<br />
<br />
Y es que, te lo vendan como te lo vendan, el fundamento único e inevitable de la formación de una familia es compartir. Hay que compartir a mamá, que pasa mucho tiempo con el recién llegado. Hay que compartir a papá, que tiene que repartir el tiempo que antes era solo para él, con el pequeño invasor. Hay que compartir la casa y respetar normas que antes no existían, porque el nuevo duerme a la hora de jugar y no se puede hacer ruido, porque no se puede entrar en esa habitación si está descansando, hay que hacerse un poco más mayor un poco más rápido porque el nicho de bebé que antes se seguía ocupando de vez en cuando, ahora está ocupado permanentemente...Mil pequeños o grandes cambios que marcan de forma dramática el devenir de los días.<br />
<br />
<A veces, los celos son como pequeñas mariposas negras que ensombrecen por momentos la alegría de los niños. <br />
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Otras, son grandes nubes oscuras que acompañan a los pequeños haciendo que su vida les parezca menos luminosa que antes. <br />
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Para los padres puede ser muy doloroso ver cómo su hijo sufre por una situación que para ellos debería ser un precioso momento de felicidad. Cuando los niños son pequeños parece que en nuestras manos están todas las claves de su bienestar y de su felicidad. Sabemos cómo calmarlos cuando lloran, cómo hacerlos reír cuando están tristes y cómo conseguir que se sientan tranquilos y protegidos. Pero al crecer, cuando son capaces de elaborar sentimientos más complejos, esta capacidad se va diluyendo. Hay una parte de nuestro hijo que queda fuera de nuestro control. Ellos comienzan a ser responsables de sus propias emociones y a nosotros nos queda el trabajo de enseñarles a gestionarlas.<br />
<br />
Los celos son una emoción muy humana. Muy dolorosa y, ciertamente en algunos momentos, inevitable. Pero los celos, como todas las demás emociones humanas también pueden ser una herramienta de crecimiento. Es duro ver a nuestros padres compartir con un recién llegado lo que hasta entonces solo era nuestro.<br />
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Los celos pueden regalarnos regresiones, tristezas o furias incomprensibles aparentemente, hiperdependencia, terrores nocturnos, eneuresis o encopresis, cambios en el apetito... todo síntomas del malestar por el que atraviesan nuestros hijos.<br />
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Y se pueden manifestar en momentos inesperados. Incluso pueden aparecer cuando ya pareciera que todo está superado, renaciendo con mayor intensidad. <br />
Además, aunque lo más habitual y los más exacerbados suelen ser los manifestados por los hermanos mayores hacia los más pequeños, hay que recordar que también puede suceder en la otra dirección: los pequeños pueden tener celos devastadores hacia los hermanos mayores. Ya decíamos que es una de las emociones humanas por antonomasia.<br />
<br />
Y ante este panorama, ¿qué podemos hacer? <br />
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Lo primero y más importante es enseñar a los niños a ponerle nombre a sus emociones. A reconocerlas y aceptarlas sin reproches. No es malo sentir celos. Es solo humano. Un sentimiento más que hay que aprender a distinguir y admitir. <br />
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Si enseñamos a los niños el camino para enfrentarse a ese sentimiento sufrirán menos. Por una parte, hay que hacerles ver que incluso en los momentos en que el protagonista de lo que sucede es el nuevo pequeño, ellos siguen teniendo su lugar. La necesidad de sentir que siguen perteneciendo intensamente a esos momentos es muy poderosa y si no es satisfecha puede crear mucha frustración. Los niños pueden aprender que, sin necesidad de protagonizar los momentos del hermanito, pueden seguir siendo parte de ellos. Por ejemplo, hacer que colaboren de alguna manera, darles alguna responsabilidad si lo desean puede ser una buena idea. <br />
<br />
Algunos niños no quieren este tipo de inclusión. Es ese caso, creo que lo mejor es enseñarles a esperar su propio momento, y sobre todo, a saber verbalizar lo que les está pasando acompañándoles en ese aprendizaje. <br />
<br />
<“Cuando sientas celos, puedes decirme lo que te está pasando y, en cuanto termine, te daré el abrazo que necesitas”<br />
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A veces, algunos niños se avergüenzan de sentir celos, seguramente porque han escuchado muchas veces ese término de manera negativa y como reproche. Entonces, se puede utilizar otro tipo de expresión. Si les explicamos bien qué son los celos, ayudándoles a entender que no son malos por sentirlos y que todo el mundo los siente alguna vez, los niños estarán dispuestos a reconocerlos. Y cuando los reconozcan, el objetivo es que sepan solicitar ese plus de atención que necesitan en ese momento sin enfados, berrinches o conductas poco apropiadas:<br />
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“Mamá, estoy sintiendo un poco de pena. ¿Me das un abrazo?”<br />
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Estas cosas no harán que los celos desparezcan, desengañémonos. Pero sí harán que el proceso hasta acomodarse en la nueva forma de ser parte de la familia, sea más sencillo para los niños, menos doloroso. Y que se sientan comprendidos y no apartados por sus sentimientos negativos.<br />
<br />
Pero ¿qué pasa cuando el hermanito que llega no lo hace de forma biológica?<br />
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Pues la verdad, es que, como en tantos otros aspectos de la formación de nuestras familias, tampoco los celos son lo mismo.<br />
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Cuando un bebé recién nacido llega a casa ocupa un lugar muy concreto, muy predecible y físicamente muy pequeño. Su cuna, su carro o los brazos de papá y mamá son el espacio en el que siempre está: ubicable, predecible. Para cuando crezca y ese nivel de “intrusión” se amplie, el bebé no será ya un desconocido.<br />
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Pero cuando un hermano llega después de un proceso de adopción, en la mayoría de los casos es mucho más mayor. Y cuanto mayor es esta edad, más amplio es su ámbito de influencia, el espacio en el que se moverá.<br />
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No es lo mismo compartir la casa con un bebé inmóvil en una cunita, que con un niño que recorre nuestro espacio haciéndolo suyo, toca nuestros juguetes, se interpone en nuestra actividad y es del todo incontrolable para nosotros. Además de la invasión emocional que siempre conlleva el hermano, se añade una gran invasión física. <br />
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Sin ir mucho más allá en el análisis, ni entrar en los casos más especiales y complicados, también es cierto que la adopción suele entrañar complejidades añadidas en el proceso de inserción en la familia que los niños viven en primer grado. <br />
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Es más fácil aceptar y querer desde el primer momento a un bebé indefenso y diminuto, dispuesto a reír con nuestras pedorretas que hacerlo con un niño desconocido que coge nuestras cosas, se sube encima de nuestros queridos y hasta entonces privados padres y al que, probablemente ni siquiera entendemos cuando habla.<br />
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<br />Es más difícil, más repentino y más intenso. Pero el proceso es igual. El sentimiento de inseguridad y celos es el mismo. Y la necesidad de entenderlos y controlarlos también. A nosotros, como siempre, nos toca acompañar, ayudar y comprender. Y esperar que, con el paso del tiempo, se conviertan en algo manejable e inofensivo.<br />
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aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-1538934325244869302014-11-19T05:24:00.001-08:002015-03-10T10:41:00.956-07:00Mamá ¿soy sexy?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8dEJIIS_RBQfxJevuS6uNU0egaWEjlNSf8OcPXCr52RuPFBPBxNpKqRcb377LSexF2kONkSxIqOQEbWrr54a2Pxu0z-8vf_ofWC0uXTwIhsicht35Wj9QJ562u0keiYxfa95DCcWUsWPV/s1600/barbies_vestido_negro.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8dEJIIS_RBQfxJevuS6uNU0egaWEjlNSf8OcPXCr52RuPFBPBxNpKqRcb377LSexF2kONkSxIqOQEbWrr54a2Pxu0z-8vf_ofWC0uXTwIhsicht35Wj9QJ562u0keiYxfa95DCcWUsWPV/s1600/barbies_vestido_negro.jpg" height="201" width="320" /></a></div>
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Tantos años de lucha para conseguir escapar de los corsés, literal y metafóricamente, y ahora nos sentamos delante de la tele a ver cómo a nuestras hijas las endosan, sin disimulo alguno, el mismo discurso de siempre. El estereotipo más frívolo y superficial de la mujer que se pueda imaginar.<br />
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Me refiero a toda la nueva generación de juguetes "de niña" con que la cercana navidad está acosando a las niñas desde la publicidad televisiva.<br />
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No soy ninguna fundamentalista del tema. Tengo un hijo y una hija, educados en la igualdad total. Y he constatado empíricamente, las diferencias intrínsecas que cada género lleva asociadas, en la mayor parte de los casos. Recuerdo el primer cumpleaños de mi hijo. Me embargaba la emoción de aquella primera celebración. La juguetería se me quedaba pequeña escogiendo para él los juguetes que más me gustaban. Y había de todo: bloques de construcción, un tren, cuentos, un pianito, una pelota y una preciosa muñeca de trapo. Los bloques fueron un regalo perfecto. Sirvieron para construir, aprender series, agrupar y desagrupar, derrumbar torres (el favorito)... Pero el regalo incomparable fue la pelota. La muñeca fue abrazada unos momentos, explorada otros más y después se transformó también en pelota. Menos mal que era de tela.<br />
<br />
Con mi hija ocurrió lo contrario. No hubo pelota que pudiese ponerse a la altura de un muñeco bebé, a pesar de todos los intentos de su hermano mayor por captarla como portero o delantero de sus partidos caseros. Su mayor afición es jugar a las mamás. Cuando llega la hora de dormir, coloca todos sus favoritos en su cama, con sus cabezas de goma sobre la almohada. Después se acuesta ella, haciéndose un huequito como una muñeca más.<br />
<br />
A él las muñecas y los juegos de mamás nunca le interesaron. A ella, los cochecitos, las pelotas o los gormitis no le merecen un instante de su tiempo.<br />
<br />
Cada uno tiene sus gustos. Y cada uno elige lo que más le apetece. Así que no es una cuestión de género. No creo que los juguetes tengan que ser todos unisex, aunque me parecen importantes, imprescindibles y casi siempre, los más divertidos.<br />
<br />
Lo que me preocupa, lo que me molesta y lo que me parece una amenaza es el planteamiento femenino con el que aleccionan a nuestra niñas. Barbie sigue haciendo su trabajo: belleza=extrema delgadez. Pero ahora, la insistencia generalizada en el aspecto es aún más brutal. Maquillaje, diseño de moda, peluquería, a un nivel extremo. No hay muñeca, ¡aunque esté muerta!, que no esté maquillada como si saliera de un after. Hay que ser "divina" y "fashion" para molar. Mi hija, que aún no tiene clara la diferencia entre largo y corto, controla estupendamente estas dos ideas. Y con seis años recién cumplidos dice que quiere ser "sexy" y me lo demuestra ¡sacado morritos y meneando el culete! No podía ser de otra manera. A pesar de mis intentos de controlar el contenido televisivo que ingiere, los anuncios son devastadores: anuncios de bolsitos para colorear en los que unas adolescentes con minivestidos de brillos se contonean sugerentemente, niñas maquilladas que juegan a ir de shopping, princesas que, por comparación, convierten a aquella del guisante en la dama de hierro.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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Las niñas juegan con muñecas y buscan identificación. Pero lo hacen con réplicas de mujeres, no de niñas, que representan un modelo de mujer centrado totalmente en su aspecto físico. No es nuevo, pero ahora hemos alcanzado un nivel de intensidad muy peligroso.<br />
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Esto no deja a salvo tampoco a los niños, que se ven rodeados de estereotipos femeninos extremadamente frívolos y superficiales mientras a ellos se les otorga el papel contrario, en el que se instalan siendo muy conscientes de las fronteras entre los dos mundos. Abriendo una brecha insalvable entre los dos sexos. ¡Qué miedo y qué pena!<br />
<br />
Una vez, hablando con mi hijo le pregunté cuáles eran las cosas que menos le gustaban. Y me dijo. "Las cosas cursis, mamá. Como el anuncio de las Miel Pops, con todas esas abejas cantando en plan sexi". Tenía siete años.<br />
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Es el nuevo catecismo infantil: Para ser mujer hay que ser guapa. Para ser mujer hay que maquillarse como una puerta. Para ser mujer hay que estar siempre divina. Y, si encima eres asiática en España, corres el peligro de creer que para ser mujer y ser atractiva para los demás, tienes que ser rubia o como mínimo tener los ojos azules.<br />
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Cada navidad intento que mi hija tenga como regalo alguna muñeca con rasgos asiáticos. Para que pueda mirarse en un rostro de facciones similares a las suyas. Para que aprenda que la belleza no es solo occidental. Pero aún no lo he conseguido. La barbie china, es una muñeca escuálida de ojos redondos disfrazada con un kimono. Y algo parecido pasa con la Nancy.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgE2GMQ_SrKPQx9AVF6RylQ6F79fg2itGD6C6wKMOn_umhaAJn2FuDdqrkPySsBMFyT8WQtBDOz0ee2FraqyckiHFWPMPBEekIlxWm7SCbvDZluKgSesY74oy2IikgKIKqhgNfw6QoPgBS9/s1600/nancy2geisha.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgE2GMQ_SrKPQx9AVF6RylQ6F79fg2itGD6C6wKMOn_umhaAJn2FuDdqrkPySsBMFyT8WQtBDOz0ee2FraqyckiHFWPMPBEekIlxWm7SCbvDZluKgSesY74oy2IikgKIKqhgNfw6QoPgBS9/s1600/nancy2geisha.jpg" height="320" width="231" /></a></div>
<br />
Ser mujer y ser femenina es posible sin ser un caparazón fívolo y vacío. Ser hombre y masculino sin sentirse encorsetado en el rol de macho también lo es. Pero ¿cuándo se empieza a construir esta idea?<br />
¿Qué estamos haciendo para conseguirlo?<br />
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<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-77132039248924873442014-10-29T08:56:00.001-07:002014-10-29T08:56:30.603-07:00Construir el tiempo perdido<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXdarEXwoNvxujhQ-hopXKb7Jkb0GwctVL31pK2pwcnT4a_TDtyvgBtUZMBH0oq39hpZfjhXGsBD3eNhNouT0uDOxwXvQx0-RSGCDP8vg5p5S5fgxsThS0cJvT_ZCl8A4uiPbpJ2hikI8m/s1600/love-book.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXdarEXwoNvxujhQ-hopXKb7Jkb0GwctVL31pK2pwcnT4a_TDtyvgBtUZMBH0oq39hpZfjhXGsBD3eNhNouT0uDOxwXvQx0-RSGCDP8vg5p5S5fgxsThS0cJvT_ZCl8A4uiPbpJ2hikI8m/s1600/love-book.jpg" height="236" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
Educar, habitualmente, es acompañar en el proceso de desarrollo social, emocional y cognitivo de nuestros hijos. Una árdua tarea, como cualquier padre o madre responsable sabe bien.<br />
Pero en el caso de los niños adoptados, educar significa también restaurar, edificar, afianzar.<br />
<br />
Cuando un pequeño es lanzado al mundo sin el abrigo del amor parental, el frío puede ser muy doloroso. La falta de atención adecuada o suficiente propia de muchas instituciones coloca a los pequeños al borde del abismo. Los supervivientes conservan las cicatrices del proceso. Algunas para siempre.<br />
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Y después llegamos nosotros.<br />
<br />
Explicar a los niños cómo llegaron a nuestras vidas es una de las claves de la construcción familiar. Y uno de los puntos fuertes de atención para todas las familias adoptivas. Enseñamos a nuestros hijos todo lo que podemos acerca del proceso, de su búsqueda, de su llegada al clan, al hogar, a nuestras vidas.<br />
<br />
Cuando el desarrollo de las familias adoptivas es normal, los niños crecen con los detalles de su historia presentes de forma sencilla, abierta y asequible. Ven las fotografías de su casa cuna u orfanato, del día del encuentro, de la primera vez que los sostuvimos en brazos... del viaje a casa. Y se convierte en su historia.<br />
No en vano, la mayoría de los padres y madres adoptantes trabajan para que ese momento sea algo asumido y normalizado. Sin dejar para un futuro incierto las revelaciones novelescas de los orígenes, sin permitir que los secretos se instalen y empañen la confianza.<br />
<br />
Sin embargo, hay otro proceso fundamental que es imprescindible y sin embargo, no se le presta la suficiente atención. Quizá, porque es más difícil de afrontar. Se trata de la construcción del tiempo perdido: el periodo de vida anterior a nosotros.<br />
<br />
Cuando los niños biológicos crecen, les encanta que les hablen de su nacimiento. Recrear su llegada al mundo, sus primeros momentos, sus balbuceos iniciales y cómo a sus padres se les caía la baba con sus monerías. A los niños adoptados les hablamos de su llegada a nuestra vida: cómo les buscamos, cómo les deseamos, cómo eran cuando les vimos, sus gracias, sus sonrisas, nuestra emoción...<br />
<br />
Es un proceso positivo y necesario. Un parte básica de su historia personal. Pero no la única. Los niños nacieron para el mundo antes de hacerlo para nosotros. Hay toda una enorme parte de su vida de la que nosotros no fuimos partícipes. Desde el momento de su concepción, su desarrollo intrauterino, su nacimiento...hasta llegar a casa. Un periodo del que a veces no tenemos ningún dato fehaciente, ningún detalle. Y sin embargo este periodo es de una enorme importancia para la construcción de la propia identidad. Los niños necesitan saber acerca de esa parte de su vida: cuando estaban en la barriga de su madre biológica; cuando nacieron; y todo ese tiempo en el hospital, el orfanato, la familia de acogida...<br />
<br />
A veces, insistimos tanto en el aspecto adoptivo de su vida, reforzando el momento de encuentro y todo lo que comentaba más arriba, que conseguimos que nuestros hijos se confundan: no tengan conciencia clara de su origen biológico. El hijo de una querida amiga llegó a pensar que procedía de un huevo.<br />
<br />
Quizá parezca irrelevante ofrecer a los niños datos sobre esta parte de su vida que parecen no recordar. Sin embargo, observando a los pequeños, podemos encontrar las claves que nos muestran que están necesitando esa información. En los dibujos de una pequeña adptada de cuatro años, solía reproducir una cuna. Y dentro de ella..nada: garabajos negros que se repetían una y otra vez. El bebé que ella misma representaba no tenía una imagen en su mente. No había adquirido entidad alguna. Nadie le había hablado de aquella parte de su pasado.<br />
<br />
Todos los seres humanos tienen derecho a su propia historia. Con sus luces y sus sombras. La de nuestros hijos adoptados tiene algunos aspectos muy difíciles de abordar. En algunos casos, extremadamente difíciles.Recrear para ellos el tiempo perdido no significa enfrentar a los pequeños a los demonios de un pasado terrible. Significa construir para ellos una memoria vital en el que todos los procesos por los que han pasado queden recogidos. Pero siempre a la medida de sus necesidades, de sus posibilidades y de su conveniencia.<br />
<br />
Necesitan saber que estaban en la barriga de una mujer: una madre biológica que hizo su parte del trabajo. Que durante el embarazo fueron una lentejita, un garbancito, un muñeco "barriguitas" y finalmente un bebé. Que nacieron de un parto. Que eran pelones o peluditos; que al principio tenían los ojitos cerrados y los puños apretados. Que sus deditos eran diminutos y preciosos. Que alguien los cuidó, les abrigó y les alimentó. Que se tomaban sus biberones de un trago. Que se hacía pis en el pañal.<br />
<br />
Necesitan saber de su vida en el orfanato. De sus carreras con el taca-taca. De sus compañeros de cuarto, sus cuidadoras, sus juguetes favoritos. De sus primeros pasos y su primer diente.<br />
de cuando aprendieron a usar el orinal...<br />
<br />
Todo eso es su historia. Una historia que para un niño pequeño representa un elevado porcentaje de tiempo. Y de emociones.<br />
<br />
Y no sirve decir que los niños no recuerdan esos momentos. El refugio de la falta de memoria es una trampa muy peligrosa. Nos puede impulsar a permitir que los niños crezcan llenos de huecos. De silencios y negruras que se traducen en inseguridad y pérdida.<br />
<br />
La gran pregunta es...¿cómo construyo para mi hijo una parte de su vida de la que no tengo datos?<br />
Con sentido común. Lo que los niños necesitan no es tanto tener muchos detalles exactos, como la oportunidad de reconocerse en esos momentos. De poner en su sitio todas las fechas de su corta pero cambiante y dificil vida. Contarles lo que seguro que ocurrió, los hechos que siempre se repiten en cada uno de nosotros. Porque ellos también fueron fetos, nacieron y fueron preciosos y maravillosos bebés que olían a puro y merecían ser amados. Y tienen derecho a escucharlo. Aunque nosotros no estuviéramos allí. <br />
<br />
Esta recreación tiene además otra función importantísima: hablar de ese tiempo con cariño crea para los pequeños una sensación positiva de esa etapa, sin empañarla de tristezas, carencias, miedos y rencores. De sus deprivaciones y las partes oscuras de su historia ya nos ocupamos nosotros. Ellos merecen saber que eran bebés maravillosos y dignos de amor y afecto. Incluso, por supuesto, antes de llegar a casa.<br />
<br />
Yo, a mi hija, le escribí un cuento contando todo lo que ella necesitaba saber. Y su expresión al escucharlo fue inolvidable. La posibilidad de tener el cuento en las manos, de manejarlo y explorarlo a su aire lo convirtió en una estupenda herramienta. Acude a él y a otros que le he ido escribiendo, cuando lo va necesitando. A veces conmigo o su padre, a veces a solas. Y piensa, analiza, pregunta, explora y reconoce su pasado antes de mi. Tranquilamente y sin presiones. Es el maravilloso valor terapeútico de los cuentos. <br />
<br />
Un cuento para contruir, en esta ocasión, el tiempo perdido. Un paso más en la construcción de una identidad saludable y completa para nuestros niños.<br />
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<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-76175054173776866752014-10-28T11:09:00.001-07:002014-10-28T11:09:56.945-07:00Me cambio de familia<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXxdmcqzvPwm4_XQxHZVHeaDREuM2LQ-pcK3HzbEcyHv46OLJiWEendaEaINByUuPQBs0KQK7tNxkP7HiTXYpUrPjcdiFOIhcGYb1lUMqqhXWqn2IxJX-w8vafusg-Ddb1U4xrDHOFup7X/s1600/2013-03-31+19.04.54.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXxdmcqzvPwm4_XQxHZVHeaDREuM2LQ-pcK3HzbEcyHv46OLJiWEendaEaINByUuPQBs0KQK7tNxkP7HiTXYpUrPjcdiFOIhcGYb1lUMqqhXWqn2IxJX-w8vafusg-Ddb1U4xrDHOFup7X/s1600/2013-03-31+19.04.54.jpg" height="240" width="320" /></a></div>
Y ¡ala!. Ya estamos en el lío. Lo sabíamos. Desde el minuto menos diez desde que emprendimos la aventura adoptiva. Pero, entre la vorágine de la vida cotidiana y los problemas que te va regalando el día a día, pensaba que no llegarían. Al menos no tan pronto.<br />
<br />
Me refiero a los conflictos derivados directamente del hecho adoptivo. Esos que hemos leído y analizado tantas veces.<br />
<br />
Pero la peque no se olvida. Hablábamos ayer, es un decir, de la percepción que está mostrando la niña hacia su vida sin nosotros. Al contacto con su pasado anterior a la adopción y el procesamiento emocional del mismo. A sus huequitos recién expuestos verbalmente.<br />
<br />
Pues ese árbol tiene muchas ramitas. Y últimamente se está traduciendo en un bombardeo de inseguridades relacionadas con su lugar en la familia. Cada vez que hay un enfado te amenaza con buscarse otra madre. A veces, abre la puerta y se va. Pero ya, al contrario de lo que ocurría cuando el vínculo estaba aún en el horno, sin terminar de cuajar, es un farol. Se queda en la puerta esperando y cambia de opinión. Debe pensar que más vale malo conocido...Y ahí estoy yo esperando cada vez, recordándole que de familia no se cambia. Que somos, como dice ella, "para todo el rato".<br />
<br />
Esto es muy común en los niños, aunque hayan nacido en casa. Es una fase evolutiva normal. Prueban sus límites de libertad y de paso te ponen a prueba a tí. Es como un control de pertenencia. Una buena opción es no darle demasiada importancia. Recuerdo a mi hijo mayor con tres años haciendo una noche su maletita. Metió en su mochila del cole su osito, su cuento y su coche favorito y, vestido con su pijamita de bebé grandote, nos informó a mi marido y a mi de que se iba a vivir con los abuelos porque los echaba mucho de menos y todos los vuelos salían de noche.Qué ternura.<br />
<br />
Pero en el caso de mi hija la cosa va más allá. Tiene la sensación de que realmente podría cambiarse de madre si quisiera. Y me lo dice con frecuencia. Después, cuando se le pasa el enfado "me regala" un poco más de tiempo conmigo: "vaaaale. Eres mi mamáaa..." <br />
<br />
Y sobre todo, esta situación se desarrolla en medio de un periodo en el que se plantea abiertamente su pertenencia a la familia. Ultimamente me ha dicho cosas del tipo "tu no eres mi madre, papá no es mi padre, pues ya no soy tu hija, mi hermano no es mi hermano..." (sic). Indagando en el tema, tratando de encontrar un detonante a este despliegue repentino aparece el nombre de una compañera de colegio. Una niña de seis años que según mi hija es quien le dice estas cosas. No es una información fiable al cien por cien, porque la niña es muy fantasiosa, pero con el paso del tiempo he llegado a creer que esta puede ser la fuente del conflicto.<br />
<br />
He preguntado en el cole, pero ellos no han percibido nada y en nuestro caso, con un aula de tan solo diez niños no es tan difícil interceptar alguna alusión de este tipo si se produce. Así que no sé bien de dónde sale el tema.<br />
<br />
Pero la cuestión es que ahí está.<br />
<br />
Durante mucho tiempo he tratado la cuestión de forma enunciativa: informándola de que las familias son para siempre. Porque en el fondo, esa es la base de sus dudas. Explicándole de nuevo cómo llegamos a convertirnos en familia, acudiendo otra vez al arsenal de cuentos, vídeos y libros en los que ella es la protagonista.<br />
<br />
Pero el otro día cambié de enfoque. Seriamente, con cara de estar enfadadilla, le informé de que las madres no se cambian. Ni los hijos tampoco. Y zanjé la cuestión....por el momento, claro.<br />
<br />
Creo que normalizar el tema, pasa por no permitir la manipulación emocional de los niños. ¿qué ve un pequeño que encuentra una blandura especial en sus padres cada vez que saca el tema? Pues apertura si, pero quizás también inseguridad y la oportunidad de crear una situación de protagonismo que puede no corresponder con el momento en concreto.<br />
<br />
Nuestros pequeños se mueven en un círculo de inseguridad, control y manipulación delicado. En el caso de mi hija, la necesidad de control es muy elevada. Un problema que estamos tratando de aligerar y del que me gustaría hablar más adelante.<br />
<br />
De momento, nos centraremos en recordarle sin cansarnos, que esta es su familia. Para todo el rato y con todas sus consecuencias. Y seguiremos atentamente sus evoluciones en esta construcción que ha empezado tan pronto. Al menos para mi.<br />
<br />
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-48494010256278973842014-10-21T04:51:00.000-07:002014-10-21T04:56:11.956-07:00La nostalgia inconsciente<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
Ayer, casualmente, mientras veíamos otras cosas, apareció sin previo aviso el vídeo que le hice a mi hija cuando volvimos de Kazajstán. Es un cuento narrado, con las imágenes más bonitas del proceso, en el que contaba de forma emotiva, nuestro viaje en busca de la pequeña. Se acercaba el bautizo, la presentación oficial de nuestra hija a toda la familia que vive tan lejos y que sin embargo, siempre nos apoyó y nos alentó en el proceloso desarrollo de la adopción. Pusimos el vídeo al final de la comida y como recuerdo, regalamos unos pequeños libritos con la misma historia y las fotografías para que pudieran conservarlo. Fue precioso. Creo que fue la rúbrica perfecta de todo el proceso; el detalle que hacía falta para sellar el final de un camino e inaugurar el principio de otro, de nuestra nueva familia. Un ritual, con toda la fuerza que los rituales llevan consigo. De ahí surgió la idea de "Déjame que te cuente. Tu libro a medida (www.tulibroamedida.com)". Pensaba que podría hacerlo también para otras familias.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0Mb8Ml7dFNEmoeJOZntxbYtEGBeVMIfvLnWSRiVAWq0fe_iRSIuca87xpzORuGA49MqDOOvz8wNDuqz-RUVdmTQ7HE_9gwUCxfD70IQoDE_YsiHc4h5sU5REwaLcxF79yB-hRqgOZQghQ/s1600/PC280080.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0Mb8Ml7dFNEmoeJOZntxbYtEGBeVMIfvLnWSRiVAWq0fe_iRSIuca87xpzORuGA49MqDOOvz8wNDuqz-RUVdmTQ7HE_9gwUCxfD70IQoDE_YsiHc4h5sU5REwaLcxF79yB-hRqgOZQghQ/s1600/PC280080.JPG" height="187" width="320" /></a></div>
<br />
Ese vídeo es un tesoro familiar. A veces, cuando en estos años de dolores y miedos, me perdía en el barullo de mis propias emociones, lo veía a solas de nuevo. Y a través de su música, con esa nana kazaja que mueve mi mente hasta remotos lugares a través del tiempo y el espacio, las fotografías de la espera y de encuentro...y sobre todo, el retrato emocional de todos aquellos sentimientos que invertimos en la Aventura de Nuestras Vidas, me reencontraba conmigo misma de nuevo. Y reencontraba el camino que a veces se me volvía nebuloso. Todavía tiene ese efecto en mi.<br />
<br />
Y no solo en mi. Ayer, cuando el vídeo invadió de repente la pantalla del televisor, llenando ese momento y ese tiempo, mi hija se volvió hacia adentro. Y por primera vez las imágenes no la hicieron reir de alegría al verse en ellas, al verse con nosotros. Una nostalgia primitiva y nueva se despertó en su corazón. Y al verse allí, en brazos de la cuidadora que nos la presentó por primera vez, sintió quizá por primera vez de forma consciente, el dolor de la pérdida.<br />
<br />
Se puso melancólica y triste y estuvo toda la tarde con ese pensamiento recurrente que de vez en cuando la asaltaba.<br />
<br />
No tiene recuerdos conscientes. No creo que recuerde realmente a la cuidadora, porque no la reconoce en las fotografías que hemos visto mil veces. Pero sí reconoce con los ojos del corazón, siente la ausencia de un tiempo perdido y el dolor de la separación. Una nostalgia inevitable, que ahora por fin es capaz de verbalizar pero que creo que siempre ha estado presente en ella.<br />
<br />
Ahora nos toca empezar a recrear para ella todo un tiempo perdido del que apenas hemos hablado, tan concentrados en el tema de la adaptación y la creación de los vínculos. Ahora que está segura de quien es y a dónde pertenece, toca acompañarla a recrear toda aquella parte de su primera infancia que vivió sin nosotros.<br />
<br />
Ahora que ya podemos hacerlo desde la seguridad mutua, sin miedos, sin rencores y desde el amor y la aceptación.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-78316977412919622932014-09-25T04:59:00.000-07:002014-09-25T05:01:30.131-07:00Tú no eres la que yo necesitaba que fuerasQuerida hija:<br />
<br />
Hace ya cinco años que nos conocimos. Hemos pasado muchas cosas juntas. Y por eso, quiero hoy contarte algo que de tu mano, he aprendido:<br />
<br />
<br />
"Tu no eres la que yo necesitaba que fueras.<br />
<br />
No eres como yo imaginaba. No eres cómo yo pensaba. No eres como yo quería...<br />
<br />
Porque quizás pensé que las personas tenemos talla en el corazón, y esperaba que tú encajases con la mía. O quizás suponía que tú vendrías a llenar mis huecos, a completar mis sueños. Qué se yo... ya no me acuerdo.<br />
<br />
Pensaba, seguramente, que el amor es siempre como un suave aroma. Y llegaste tú. Como una especia exótica, diferente, intensa y sorprendente. Tuve que aprender a degustar su intenso perfume, su personal sabor. A apreciar los matices distintos que traía a la que había sido mi forma de cocinar la vida. A incorporarlos, aceptando esos cambios en la receta de siempre.<br />
<br />
Tuve que aprender que amar es aceptar. Pero no de forma consciente: aceptar desde lo más hondo del corazón, instalando ese conocimiento en cada célula de mi ser; haciéndolo parte de mi. Y aprender a quererte de la manera correcta, creando espacio para que tú puedas ser quien eres, no quien yo o cualquiera, quiera que seas. Aceptada, valorada y amada sin moldes y sin exigencias.<br />
<br />
Porque por suerte...<br />
<br />
Tú no eres la que yo quería-pensaba-imaginaba-necesitaba...<br />
<div>
<br /></div>
Tú eres la que eres.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjacTLlGbJf-Y5yqomxVh8d2G0IPzOzkOkMmH4Z5MguetijzhhWRnnovlWiSyEsJgVDBzBKFZGZytrUY-wMjz9iz_3OYoommXEVBn7guuGfsda0bbKyQLZGIssGBw0zhe2hrw0BOpSMs486/s1600/2014-01-29+11.31.55.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjacTLlGbJf-Y5yqomxVh8d2G0IPzOzkOkMmH4Z5MguetijzhhWRnnovlWiSyEsJgVDBzBKFZGZytrUY-wMjz9iz_3OYoommXEVBn7guuGfsda0bbKyQLZGIssGBw0zhe2hrw0BOpSMs486/s1600/2014-01-29+11.31.55.jpg" height="400" width="300" /></a></div>
Simple y perfectamente tú.<br />
Con tu risa contagiosa y tus llantos atronadores.<br />
Con tu amor tierno y abierto y tus enfados negros, negros...<br />
Con tu agudo sentido de la empatía.<br />
Con tu peculiar forma de ir por la vida.<br />
Con tus maravillosas capacidades para entender el corazón ajeno.<br />
Con esas dolorosas piedras que te ha tocado llevar en los zapatos.<br />
Con tus manos abiertas dispuestas para recibir amor sin llenarse nunca.<br />
Con tus caparazones cayendo poco a poco.<br />
<br />
Con tu fortaleza.<br />
Con tu debilidad.<br />
Con tu lucha. Que es también la mía.<br />
<br />
Hermosa como una mañana. Alegre como solo pueden serlo los niños. Conmovedoramente dispuesta a amar y ser amada. Llena de necesidades pero tan generosa que duele...<br />
<br />
Rotundamente tú. La que yo amo. No un sueño o una quimera. Tú. Real y mía.<br />
<br />
Y yo, solo soy yo. Quizá no la que tú pensabas, soñabas, imaginabas...<br />
<br />
Pero, de verdad, corazón...esforzándome cada día por ser justo, la que tú necesitas."<br />
<br />
<br />
*<i>Como siempre Jorge Bucay me coloca en la senda. </i><br />
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-87187315207144937832014-03-28T05:53:00.001-07:002014-03-28T06:01:14.093-07:00El duelo postadoptivo Sabemos que nuestro niños tienen heridas, leves o graves, pero las tienen.<br />
Sabemos que su comportamiento puede estar determinado por un pasado que les hirió duramente.<br />
Sabemos que su lugar en el mundo puede resultarles incómodo,difícil de entender o asumir.<br />
Sabemos tantas cosas...<br />
<br />
<br />
<br />
<img src="https://encrypted-tbn1.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcQV0tC5EHp94hkaIFbtkg57QYpKoiHJKLWK2ym4fddArtxWFHhQ" />A veces llegar a este conocimiento requiere mucho tiempo. Un tiempo doloroso de incertidumbre, inseguridad y miedo. Un tiempo que puede hacer estragos en el equilibrio emocional de la familia, de los padres, de las madres, de los hermanos...<br />
<br />
Y no pasa nada. Al menos, aparentemente.<br />
<br />
El entorno se va ubicando respecto a la situación, a las característica particulares de nuestros hijos, de nuestra nueva familia. Se acostumbran a las rabietas, a los miedos, a los comportamientos disfuncionales y nos otorgan las correspondientes etiquetas. Sacan sus propias conclusiones y elaboran sus propias teorías. Y siguen adelante con esta nueva visión de nuestro devenir.<br />
<br />
Es el flujo de la vida. Imparable, inclemente. Nos arrolla.<br />
<br />
Sin embargo, de puertas para adentro esto no es tan sencillo ni tan evidente.<br />
Cuando nuestros hijos plantean problemas demasiado complejos la vida cambia. Y nos quedamos como atrapados en esa circunstancia. Desde fuera es muy fácil asumir. Al fin y al cabo cada uno tiene su propio carro del que tirar.<br />
Pero desde dentro hay muchas rupturas que hay que procesar.<br />
<br />
El Duelo no es ninguna invención. No es ninguna tontería y no es algo que se escoja. Es inherente a las renuncias, al dolor y a la aceptación. Es más, es anterior a ésta.<br />
<br />
Lo que ocurre, es que en adopción siempre están presentes sentimientos complejos que a veces dificultan el reconocimiento de este duelo.<br />
Cuando nuestros hijos nacen enfermos o enferman de gravedad, todo el mundo entiende el duelo. Es algo terroríficamente doloroso que el entorno puede comprender de alguna manera y que habitualmente no es juzgado de forma negativa. Si tu hijo padece una dolencia incapacitante todo el mundo te ofrecerá en mayor o menor medida su comprensión o su empatía.<br />
<br />
Pero cuando nuestros niños adoptados llegan a casa con problemas las cosas pueden ser diferentes. Me refiero a los casos más frecuentes en los que aparecen problemas poco evidentes a primera vista. Los problemas que hacen que el transcurso de la relación se vea fuertemente alterado y los padres en encuentren con un niño, con una paternidad totalmente diferente a la que soñaron.<br />
<br />
Los padres detectan, sufren y tratan de batallar con estos handicaps desde casi el principio. Pero la diferencia con el duelo que antes mencionaba es que la comprension exterior pasa por filtros muy diferentes.<br />
<br />
El hecho adoptivo crea en muchas personas una expectativa más frágil de la aceptación del niño. Muchos padres adoptivos han sentido y sienten, la necesidad de algunas personas externas de cantar las cualidades de nuestros propios hijos ante nosotros. O bien, de justificar cada comportamiento recordándonos sus dolorosos orígenes. O justo lo contrario, de reducir al máximo las expectativas con los pequeños recordando sus deprivaciones iniciales. Dejando los sentimientos de los padres sin un espacio seguro en el que aflorar.<br />
<br />
En definitiva: hay un cierto recelo acerca de la intensidad de nuestro amor, de nuestro compromiso, de nuestra vinculación...Eso, lo corrige normalmente, el tiempo. Y las familias se van consolidando ante el entorno, despejando dudas.<br />
<br />
Por eso el reconocimiento de la decepción, del miedo o del dolor, tiene implicaciones que a veces hacen que el duelo quede escondido, disimulado bajo la necesidad de demostrar el amor y la realidad de nuestras familias.<br />
<br />
Sin embargo...<br />
<br />
Sin embargo, el duelo es un proceso imprescindible de reconocimiento emocional. Cuando una pareja debe cambiar su imagen ideal de nuevos padres, en la que quizás, imaginaron que se incorporarían a su familia llena de primos con un niño que enseguida sería uno más y se encuentran con un pequeño disfuncional, que requiere un cuidado especial para ir curando su maltrecho corazón. O soñaron con un bebé al que mecer y se encuentran con un pequeño que rechaza brutalmente el contacto. O pensaron que se sentirían orgullosos de su nuevo hijo y tienen a su hijo explusado del colegio por mal comportamiento una y otra vez. O... hay un necesario cambio de expectativas que puede no ser tan sencillo.<br />
<br />
Y no pasa nada. Sentir dolor porque tus sueños no resultaron ser como pensabas es normal. Sentir dolor porque tu hijo está herido es normal. Sentir dolor porque tus esperanzas han cambiado es normal.<br />
<br />
Es evidente que no todo el mundo pasa por un duelo al adoptar. Adoptar es algo grandioso que promueve un caudal ingente de emociones maravillosas. Y en muchos casos resulta fluido y sencillo.<br />
<br />
Pero no en todos. Y por eso este post. Porque sentir que tu hijo no es como esperabas no significa no quererlo. Porque decepcionarte, o angustiarte cuando ves que los problemas te asaltan no quiere decir que no lo sientas tuyo.<br />
<br />
Durante el proceso de duelo hay que reconocer los sentimientos que nos hieren con claridad. Compartirlos con personas de nuestra total confianza, que no juzguen ni se asusten. Buscar información acerca de los problemas que nos acucien. Hablar con un profesional si llega el caso. Remover, airear, compartir...las tres claves para hacer la limpieza general de las emociones que el Duelo requiere.<br />
<br />
Negar los sentimientos no los hace más pequeños. El duelo, cuando llega, hay que pasarlo. Masticarlo cuidadosamente sin sentirse culpable y caminar el recorrido que las emociones nos van mostrando hasta llegar al objetivo final:<br />
<br />
Aceptar a nuestros hijos como son. Sin reducir al mínimo nuestras expectativas para no sufrir. Sin imaginar escenarios terroríficos que no existen más que en la imaginación. Reconociendo sus numerosas cualidades y componiendo su idiosincrasia personal sin comparaciones, sin rencores.<br />
<br />
Cuando el duelo se ha procesado real y efectivamente, sentiremos que amamos a nuestros hijos sin condiciones, con sus pupas, con sus fortalezas, con sus irritantes defectos a veces y con sus increíbles cualidades la mayor parte del tiempo.<br />
<br />
No nos sentiremos culpables ni buscaremos culpables fuera de nosotros. Asumiremos, seguiremos caminando y al fin, sentiremos la paz y la alegría de ser sus madres.<br />
<br />
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-31380144332242952872014-03-16T13:44:00.000-07:002014-03-16T15:00:58.095-07:00Padres imperfectosEste blog está dedicado a los niños. A sus necesidades, a su desarrollo, a las incógnitas que presenta su educación, su crianza. Durante muchas páginas trato de desentrañar lo desentrañable, buscando puertas a pasillos a veces angostos. Relfexionando e invitando a la reflexión a quienes compartís conmigo este espacio.<br />
Pero hoy no. Hoy dedico este post a los padres y madres que leen este blog. Porque buscan respuestas y tienen inquietud. Y, aunque habitualmente se hace al reves, y padres significa padres y madres, en este espacio será madres la palabra inmensa que lo englobe todo que significará madres y padres. <br />
<br />
A esas madres que leyeron tanto durante su embarazo, durante su adopción. A las que buscaron en los preciosos libros de crianza las mejores estrategias para hacer de su maternidad un lugar feliz. A las que repasaron y guardaron a buen recaudo todos esos momentos malos que vivieron y vieron con el firme propósito de no repetirlos jamás. A las que hicieron cursos de la mano de expertos que invitaban a crear personas mejores, más felices, más equilibradas, más seguras. A las que entendían que ser madre era mucho más que cuidar y proteger. A las que pensaron en algún momento que la maternidad las hacía grandes, que tuvieron un momento mágico de revelación al tener en sus brazos a sus hijos. A las que aprendieron a pensar de otra manera buscando algo más para sus hijos. A las que esperaban estar a la altura de cada circunstancia. A las que aprendieron sobre crianza positiva, sobre crianza natural, sobre amor incondicional y entrega absoluta.<br />
<br />
Pero sobre todo, a esas madres que aprendieron a equivocarse.<br />
<br />
A las que descubrieron un día que no era todo tan sencillo. A las que se encontraron con problemas de los que no sabían nada. A las que lloraron sobre la almohada prometiéndose que el día siguiente sería más sencillo. A las que perdieron la paciencia. A las que la reencontraron. A las que olvidaron algún consejo que apreciaban. A las que creyeron que no estaban a la altura. A las que al veces no se reconocen en el espejo. A las que se acuestan tratando de perdonarse por no ser perfectas. A las que maldijeron la teoría por parecer tan sencilla. A las que dijeron o hicieron cosas que se habían prometido no hacer ni decir nunca. A las que se sintieron miserables en sus fracasos y a pesar de todo volvieron a intentarlo. A las que no se avergonzaron de reconocer sus errores. A las que siempre pidieron perdon. A las que se esforzaron en leer en sus hijos las claves que tanto necesitaban sin entenderlas siempre.<br />
<br />
A las que casa día sedespiertan preparadas para caerse y levantarse de nuevo, a pesar del cansancio, a pesar del miedo, a pesar de todo.<br />
<br />
Porque todas esas madres somos nosotras. Y porque a veces hay que pararse a recordar lo que somos: perfectamente imperfectas. <br />
<br />
<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-18666139930920526822014-03-04T12:15:00.001-08:002014-03-16T13:02:22.615-07:00Niños con necesidades especialesCuando adoptamos todo empieza por un montón de papeles. Recuerdo uno de ellos en concreto que fue para mi el más difícil de rellenar de todos. Era el que se refería al tipo de adopción que nos sentíamos capacitados para emprender. En ese documento se nos iban preguntando nuestras preferencias: sexo, edad, necesidades especiales...<br />
<div>
La edad la marcaba la nuestra propia. El sexo no era conveniente especificarlo. Y en cuanto a las necesidades especiales de los menores, teníamos que decidir si nos sentíamos capaces de ser padres de un niño o niña que las tuviera.</div>
<div>
Te instaban a reflexionar profundamente antes de decidir marcar la casilla. Te hacían pensar en tu soporte social, en la adaptabilidad de tu casa, en el entorno sociosanitario, en los centros de educación especial que tenías alrededor,en tus herramientas como educador, en tu entorno familiar y afectivo, en tu capacidad económica...</div>
<div>
Y la mayoría marcamos la casilla de niños sin dificultades especiales.</div>
<div>
Y sin embargo, la realidad es que los niños adoptados, por su particular e inevitable historia, son niños con dificultades especiales. Y no me refiero a los casos en que además se suman problemas de salud, lesiones cerebrales o cualquier otra causa fisica. El abandono, que puede haberse iniciado incluso en el útero, con una desatención durante el embarazo, deja grietas en su desarrollo de forma insidiosa.</div>
<div>
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh7Ui_uQ8PPlv5iSeNtyEwHfm9lZmMjx68YGutUKhHdaq8d-5iAFRsyeUChAyLXyfqAcPJJVviSFLNgFLe0lVKE93xq18zYKLxwpO4v_Qco5QPie13qccK9XGVLIEFMqZUoPww_ILn_a6A/s1600/16062012942.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh7Ui_uQ8PPlv5iSeNtyEwHfm9lZmMjx68YGutUKhHdaq8d-5iAFRsyeUChAyLXyfqAcPJJVviSFLNgFLe0lVKE93xq18zYKLxwpO4v_Qco5QPie13qccK9XGVLIEFMqZUoPww_ILn_a6A/s1600/16062012942.jpg" height="320" width="179" /></a>Tener un hijo con dificultades no es una posibilidad exclusiva del hecho adoptivo. Es una posibilidad real cada vez que un niño llega al mundo. Una lotería que los padres jugamos cada vez que queremos tener un hijo. Tanto por la vía adoptiva como por la biológica. Y nadie emprende un embarazo deseando tener un hijo con problemas. Claro que hay embarazos normales y embarazos de riesgo. Y la adopción es un proceso de riesgo.</div>
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<br /></div>
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Los padres asumimos y tiramos para adelante. La vida es así. Y si nos dan limones, pues ¡ala!, a inflarnos de limonada. También es cierto que en la adopción entrán en juego otros factores que no se dan en un embarazo a la hora de asumir necesidades especiales. La principal: que esos niños ya existen y necesitan desesperadamente un hogar. Digo esto porque sienta la diferencia la hora de aceptar sus circunstancias. Un niño no es un proyecto posible. Es una realidad expectante.</div>
<div>
<br />
Pero hoy no iba a hablar de eso. Me gustaría centrar el tema en la visión de la adopción que los profesionales permiten e incluso fomentan en los padres adoptantes. La visión de que la adopción es una forma alternativa pero idéntica de tener un hijo. Y no es cierto. Es un proceso totalmente distinto en el que unos desconocidos se convierten en padres de un niño que ya existe, ya ha sufrido y ya tiene su propia historia. Nada que ver.<br />
<br />
Adoptar es algo maravilloso. Una decisión que hace que la magia del amor se despliegue con toda su fuerza y convierte a un grupo de personas diferentes y separadas en una unidad familiar, con toda su fuerza, su magnificencia y también, su debilidad y sus íntimas miserias. No es lo mismo que parir, no. Es otra cosa. Diferente e incomparable por ello. <br />
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Lo que si es sin duda igual es el amor que cuando las familias están constituídas fluye. El amor que esos hijos llegados a nosotras desde fuera de nuestro cuerpo hacen crecer en nosotras día a día. Yo contemplé el proceso en el que mi pequeña pasaba de ser la recién llegada, compitiendo por el torrente imparable de amor en el que nos arrastraba mi hijo mayor, a convertirse en la maravillosa niña de mis ojos. Por la que entrego mis días peleando en pos de una vida mejor para ella. La que cada día me parece más guapa, más graciosa..la que ya me tiene totalmente entregada a pesar de todos los problemas.</div>
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Pero al margen de todo eso, lo que yo me pregunto repetidamente es en dónde quedan todos aquellos profesionales que nos asesoraron, llevaron el expediente y auditaron como padres durante tantos meses antes de llegar a la realidad de nuestros hijos cuando por fin las familias son una realidad. Ellos sí saben de problemas derivados de la institucionalización. Sí saben de adopciones fallidas. Sí saben de secuelas graves y no tan graves. ¿Cuál es su postura ante todo este capital de necesidades especiales infantiles y familiares?</div>
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¿Porqué entonces no existe un soporte real que dé respaldo a la integración de estos niños en sus famillias, en sus escuelas, en sus nuevas vidas? </div>
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Normalmente la presencia de Asuntos Sociales en la vida de las familias adoptantes es meramente un trámite burocrático invasivo, disarmónico y a veces incluso, abusivo. Los padres no se sienten en un foro acogedor en el que revelar sus dudas y miedos, en el que pedir ayuda. Sienten la permanente amenaza de una revisión de su paternidad. Es la sensación que la administración puede estar orgullosa de haber creado en las familias sometidas a los seguimientos tal y como se realizan hoy en día. </div>
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Sin embargo yo creo firmemente en que hay otra manera de hacer las cosas. El personal implicado en las áreas de adopción en España sabe mucho de dificultades. De la misma forma que los mecanismos de control de las adopciones giran implacables en interés del menor, los seguimientos deberían seguir haciéndolo. Pero de verdad, no con un fin recaudatorio o simplemente para cumplir un trámite sin sentido. Y, desde luego, no de la forma indiscreta y desasosegante que llevan a cabo ahora. Los niños no necesitan una administración amenazadora sino colaboradora, que cree caminos reales de apoyo y ayuda. Cuando los niños llegan a las familias debería existir un cauce real en el que recibir soporte efectivo. Grupos de juego en los que especialistas acogieran a los niños, de la misma manera que en los grupos de psicología terapeútica que después los padres tenemos que localizar por nuestra cuenta. Reuniones de padres con un psicólogo de apoyo que de forma rutinaria ofrecieran empatía y orientación, poniendo las experiencias en común, avanzando acompañados en el proceso a veces difícil de convertirse en familia. Nichos de desarrollo en común que existieran de forma rutinaria y no supusieran para las familias el reconocimiento de algo negativo, sino la aceptación de que nuestros niños realmente tienen necesidades especiales que a veces necesitan, como decía en el post anterior, algo más que amor.<br />
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Si mientras nos ahogábamos en un mar de papeles, en esa espera en la que en el mejor de los casos nos ofrecían cursos de preparación de dudosa eficacia, nos hubieran informado de forma realista y sincera de las necesidades reales que nuestros hijos tendrían, las cosas podrían haber funcionado diferente. Imaginaos un mundo ideal en el que antes de adoptar nos informasen de las necesidades especiales de nuestros futuros hijos: los problemas de formación del vínculo tan comunes, los comportamientos obsesivos, la necesidad patológica de control o de atención, los problemas de aprendizaje o comportamiento, etoc, etc, como algo normal y no excepcional, algo que necesita una atención especifica desde el principio; no creando la impresión de que la posibilidad de que esto ocurra es remota y sobre todo, no dejando a los futuros padres creer que dependerá de ellos y de su buen hacer o de su capacidad o valía, el que no haya problemas o que estos se solucionen rápidamente. Si se nos hubiese planteado la realidad y ofrecido los soportes para tratar de paliar de forma precoz estos problemas de forma normalizada...¿no sería todo más sencillo? Seguramente no nos costaría tanto hacer los dichosos seguimientos.<br />
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No todas las familias poseen los recursos necesarios para detectar y ofrecer soluciones a los problemas. Algunas ni saben de dónde proceden ni imaginan dónde acudir con lo que pueden parecer simples problemas educativos o de crianza, eso sí, más complicados de lo normal. Es más, diría que muchas damos tumbos sin dirección durante mucho tiempo antes de encontrar algún apoyo. Si desde que los niños llegan pudieran contar con la ayuda, quizá no habría tantos casos de adopciones fallidas.<br />
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Y os aseguro que los hay. Demasiados. Conocí el caso de un niño de ocho años adoptado de bebé. Después de tantos años en casa fué devuelto a Asuntos Sociales. Y en el momento de separarse se volvió a su padre: "y si no me querías ¿porqué me trajiste?". Yo me pregunto algo más. ¿Si hubieran tenido una ayuda eficaz, habrían llegado a ese terrible final? Y aún más allá pregunto yo también: si las autoridades no están dispuestas a brindar el soporte imprescindible para que esto no ocurra ¿porqué permiten que vengan? ¿porqué preguntan cómo nos va?</div>
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aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-47344064978727672372014-02-25T07:31:00.001-08:002014-02-25T07:31:07.494-08:00No solo amor<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzNLdQwSDVP9CUxYIm6dYMVn7t4JW0nvgNMXuDJ5M_4mdiEJxmfcq5mPl6poitWgHralcYIHcTLz612daxZjfzJZwJUtYuk3pA9raA9ZJ0Q3JBVcxO3pRUJBz2w0JQe6N4QxSiVFLpw0Ye/s1600/manitas.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzNLdQwSDVP9CUxYIm6dYMVn7t4JW0nvgNMXuDJ5M_4mdiEJxmfcq5mPl6poitWgHralcYIHcTLz612daxZjfzJZwJUtYuk3pA9raA9ZJ0Q3JBVcxO3pRUJBz2w0JQe6N4QxSiVFLpw0Ye/s1600/manitas.JPG" height="240" width="320" /></a></div>
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Hace poco leía el comentario de una madre adoptiva en el blog de una compañera (alotroladodelhilorojo.blogspot.com). Ella, madre de un joven ya, es hija adoptada también. Y estaba indignada. Indignada con nosotras, que hablamos de nuestros hijos adoptados como si fueran diferentes a los demás niños.<br />
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Y la entiendo. Entiendo su malestar y su punto de vista. Lo entiendo muy bien porque yo también lo he compartido.<br />
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Cuando emprendimos nuestra forma de ser familia no había nada que me enervase más que los comentarios que nos colocaban de alguma manera en la diferencia. Me empeñaba en reivindicar nuestra igualdad. Proclamaba que el hecho biológico no era imprescindible y que no marcaba ninguna diferencia. Creía que todo era, como ella dice, cuestión de amor.<br />
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Después llego ella. Y algo cambió.<br />
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Nosotros llegamos a nuestra hija con un ingente cargamento de amor. Sin prejuicios. Sin expectativas limitadas o sesgadas. Sin desesperación porque ya éramos padres y no teníamos fijados en ella todos nuestros sentimientos paternales. Se suponía que eran las condiciones ideales.<br />
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Y ella llegó con su maletita. La famosa, la tan traída y llevada maletita que todos habíamos escuchado que traían consigo. Pero pensábamos que con amor iríamos sacando fuera todo ese equipaje de desamor.<br />
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Lo que pasa es que no se trataba solo de una maletita. Lo que los niños traen son cicatrices. Y esas, son realmente, mucho más difíciles de tratar. Mucho antes de haber tenido conocimiento de cómo la falta de atenciones, de abrigo afectivo o de cuidados determinan incluso el desarrollo cerebral de los seres humanos, ya habíamos descubierto que no era todo tan simple.<br />
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Cuando un niño llega herido de soledad, de deprivación, de miedo o de tristeza las cosas no se solucionan de un día para otro. Ni, en muchas ocasiones, solo a base de amor.<br />
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Dicen los expertos de la vida, esos que te encuentras por la calle y te regalan su sabiduría de dos por uno, que cuando los niños no recuerdan su etapa de institucionalización no hay problema. Ellos no recuerdan su pasado sin padres así que ¿dónde está el problema?<br />
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El problema está en las secuelas emocionales, madurativas, cognitivas, sensoriales y motrices que esta situación ha podido dejar en ellos.<br />
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No soy una proselitista del etiquetado de los niños en ningún sentido. Me molestan profundamente los catálogos de personas en los que cada uno tiene que cuadrar en su categoría. Pero me ha tocado descubrir que realmente hay cuestiones comunes que ponen piedras similares en el camino del desarrollo de nuestros niños.<br />
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En el caso de mi hija, cuando enfermó se me borró todo el tema adoptivo. Puedo asegurar que fue como si de un plumazo todo aquello quedase en un plano tan poco relevante que lo aparqué por completo. Sentía que la enfermedad eliminaba cualquier otra cosa y que la niña también lo habría dejado atrás.<br />
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Hoy de nuevo la cuestión ha vuelto a estar presente de forma cotidiana. Porque sus heridas antiguas siguen ahí, necesitando atención específica. Y después de mucho tiempo a base de amor, comprensión, paciencia y métodos convencionales de los que una madre pone en juego cuando educa, tuvimos que reconocer que hacía falta algo más. Y cuando descubrimos que todo lo que nos desasosegaba era común a muchos, muchísimos de los pequeños que comparten su origen. Tanto que los profesionales han desarrollado ayudas específicas para estas necesidades.<br />
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Es cierto que lo que ellos manifiestan no es único ni exclusivo de ellos. Que hay mas niños que también tienen estos problemas y han nacido en su propio hogar. Pero eso no hace que se den de forma exacerbada entre nuestros pequeños llegados por adopción a nuestros brazos.<br />
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Reconocer que hay un problema es el primer paso para buscar soluciones. No significa menos amor. Quizá al contrario. Hay que amar mucho para estar siempre dispuesto a buscar ayuda para ellos, incluso reconociendo que no somos capaces de hacerlo solas.<br />
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<br />aialmarhttp://www.blogger.com/profile/00409336515290444578noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-4461499815302880732.post-83489564778337783552014-02-25T03:38:00.001-08:002014-02-25T03:41:29.296-08:00El refugio primigenio"Era un niño pequeño. Con esa pequeñez absoluta de los bebés tristes. Tenía los ojos negros, brillantes como puntas de estrellas. Y el pelo de suave hilo de algodón. Tenía miedo. Miedo de aquella nada grande que le rodeaba. Y frío. Un frío duro que se le clavaba en las costillas.<br />
Lloró entones con toda la fuerza de su pequeño pecho. Con esperanza, con rabia, con desolación...lloró hasta que ya no le quedaron fuerzas. Hasta que el cansancio le venció. Otra vez.. Después no lloró más. El dolor se volvió ajeno y el miedo se volvió delgado como una mantita, pegándose a su piel".<br />
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Cuando nacemos lo hacemos con pocos mecanismos de defensa. Apenas terminados de hacer nos lanzamos al mundo tan inmaduros y vulnerables como pocos mamíferos en el planeta. Dependemos de nuestras madres para sobrevivir en un entorno hostil. Nuestra única arma es la voz. Un mecanismo de alarma que pone en movimiento a nuestro alrededor a nuestros proveedores de alimentos, calor y amor. Nuestra madre en primer término y nuestro padre. Después, todo el clan.<br />
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Cuando lloramos, sobrevivimos. Cuando un bebé lloraba en una cueva primitiva, era atendido y cuidado. El llanto equivalía a leche tibia. Un bebé que no llorase, probablemente moriría. Claro que, un bebé en una cueva, nunca habría sido relegado a un rincón, por muy calentito que este fuera. Un bebé primitivo sólo, habría llorado y atraído a los depredadores. Habría muerto quizá de frío o devorado. Y las madre primitivas nunca se plantearon nada más.<br />
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Ahora a nuestros niños no se los comen los dientes de sable si los dejamos en la cuna. Pero su instinto les dicta que la cercanía es seguridad. Por eso la reclaman. Y por eso se la damos. Un bebé que crece con la tranquila certeza de los brazos protectores es un bebé confiado y feliz.<br />
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¿Pero qué pasa cuándo ese refugio primigenio falta? Nuestros hijos adoptados en muchos casos, han tenido que sobrevivir a fuerza de autosuficiencia. Consolando sus miedos con arrullos propios. Aplacando su necesidad de contacto succionando sus propios dedos de forma compulsiva, meciéndose... Olvidando qué era lo que esperaban y nunca llegaba. <br />
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Después, aprenden a no querer consuelo, ni contacto. A no esperar refugio ni brazos amorosos. Y se cubren de un caparazón duro y pesado. Se curten en la desesperanza. Programan su cerebro para no necesitar. Y van eliminando los patrones de reconocimiento de refugio y paz que los abrazos significan.<br />
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Un día, llegan a casa. Y de pronto todo cambia. Su férrea barrera de protección contra la realidad se ve invadida por extraños que llegan con otra forma de estar cerca. Invadiendo sus corazas. Bañándoles en atenciones y afectos inusitados. Y los niños, desprovistos de su instinto primario, no saben qué hacer con ellos.<br />
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Hay pocas cosas más tristes que un bebé, un niño, que pasa por la vida sin refugio. Sin el calor primigenio de unos brazos en los que todo consuelo es posible. Son nuestros niños que lloraban hasta la extenuación sin brazos que los acunasen y aprendieron a conformarse en su dolor, en su hambre o en su miedo.<br />
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Todavía hay quien cree que todos los niños son iguales, independientemente de cómo han llegado a nnuestra vida. Pero no es verdad. Es una triste y enorme equivocación. Nuestros niños son como los supervivientes de un naufragio: valientes y fuertes, los que soportaron y vivieron. Pero también los que llevan las cicatrices de todo lo pasado.<br />
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Yo solía pensar que la adopción podía traer asociados algunos problemas que el amor, la atención y el cuidado podrían soventar. Pensaba que serían los asociados a la constatación del abandono en algún momento de su vida; al reconocimiento de la pérdida cuando fueran capaces de darse verdadera cuenta de ello. Pero no sabía apenas nada de las otras heridas.<br />
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Mi hija ha tardado cuatro años en reconocer mis brazos como refugio. Cuatro largos e interminables años en los que he sentido el hueco entre mis brazos y he visto su soledad sin poder hacer nada para remediarla. Ahora la mezo. La mezo porque sí, sin razón ni motivo. Sólo tratando de aplacar alguna llaga de soledad que aún le sangra. Y ella, al fin, se deja hacer, riéndose encantada y divertida de jugar a ser aquel bebé que no fué amado. Y a mi, aquel tiempo cada día me duele más... <br />
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